Washington manda
TRES DÍAS después de los sustitos que se llevó el ministro español Javier Solana, otro mediador en la guerra de los Balcanes, el norteamericano Robert Frasure, no ha tenido la misma suerte. Con otros dos miembros de su delegación, murió ayer al salirse su blindado de la carretera y caer en un campo de minas. Este trágico incidente se produce en un momento en el que Washington ha decidido aplicar toda su influencia y presión para imponer la pacificación de la región.Porque la gira del ministro Solana como presidente del Consejo de Ministros de la Unión Europea, sus esfuerzos y buenos oficios no pueden ocultar que hace tiempo que los contendientes han dejado de ver a la UE como un poder efectivo. Consideran que es Washington, con su influencia política y su fuerza militar, el único poder efectivo. Es una triste lección para los europeos que demuestra hasta qué punto la desunión puede llevar a la impotencia y finalmente a la irrelevancia en una cuestión tan grave y tan europea, por otra parte.
Washington considera que la situación tras la victoria militar croata en Krajina ofrece por primera vez oportunidades reales de convencer a los contendientes para negociar un plan aceptable para todos. Las fuerzas serbias en Bosnia son ya conscientes de su vulnerabilidad, y ha sido muy claro el mensaje de Milosevic de que ha abandonado el proyecto de la Gran Serbia y que su máxima prioridad es el levantamiento de las sanciones internacionales contra su país.
Washington teme que, de no conseguir un acuerdo rápido, finalmente, y a corto plazo, sus tropas se verán obligadas a entrar en Bosnia para proteger una salida precipitada de los cascos azules de la ONU. Esto supondría inevitablemente esa americanización de la guerra que temen tanto la Casa Blanca como el Congreso. El plan parte de una Bosnia-Herzegovina nominalmente no dividida al menos en una primera fase, en la que, la parte serbia pueda federarse con Serbia y la otra parte forme federación con Croacia. En ésta habría un Estado de mayoría musulmana que contaría con garantías de seguridad directas de Washington. De no aceptarse, EE UU ha advertido que armará y entrenará a las tropas bosnias y las protegerá ante cualquier ataque serbio mientras éstas se refuerzan. Y Washington ha impuesto algo que los europeos no hicieron: tratar directamente con quien manda en la parte serbia, Milosevic.
Los mensajes a los serbios para que negocien se multiplican. Así hay que entender también una posible ofensiva croata para acabar con la artillería que bombardea Dubrovnik. Pocos dudan de que Milosevic, pese a la cercanía con Montenegro, no intervendrá. Y Zagreb no atacará Eslavonia oriental, cuya situación final se negociaría en el futuro. Estados Unidos tiene que convencer ahora a los bosnios de que su Estado será viable y con garantías de seguridad frente a los dos vecinos: el enemigo y el aliado siempre sospechoso. Será difícil, pero, a estas alturas, Sarajevo sólo se dejará convencer por Washington.
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