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Monstruos contra hamburguesas

El último circo de 'rarezas humanas' de EE UU, amenazado por un McDonald's

El último side show (espectáculo de caseta de feria) de Estados Unidos tiene los días contados. Si los artistas que lo han mantenido a flote durante 11 años no pagan los cuatro millones de pesetas que deben por el alquiler atrasado de un año, su local puede convertirse pronto en un restaurante McDonald's.Al sureste de la ciudad de Nueva York, pero toda una generación por detrás de los rascacielos de Manhattan, se asa al sol el mugriento paseo Marítimo de Coney Island. Un compendio miserable de fritangas de carne y almejas entre atracciones de feria que se caen a pedazos, adonde e n verano llegan en metro hordas de rusos, negros y puertorriqueños Para pasear descalzos en busca de playa barata.

En este reducto viviente de la miseria cosmopolita que a principios de siglo llegó al barrio de Brooklyn a través del océano está a punto de producirse un nuevo episodio de rendición ante el poderío del dólar en forma de hamburguesa. Las circustancias son tan lamentables y coloridas como el entorno en que se producen. La odisea de Coney Island USA, como se llama este tenderete de rarezas humanas, protagoniza este verano las noticias locales de Nueva York e ilustra la lucha por la supervivencia de las artes populares en el país que dio al mundo tanto la película Freaks como el Big Mac.

Coney Island USA es el entretenimiento del "pasen y vean" en estado puro. Un maestro de ceremonias promete a la entrada del show una experiencia increíble y sobrecogedora a todo aquel que pague un dólar.. Una vez dentro, comienza una sucesión de 10 actos (el formato tradicional del side show), entre los que se encuentra un tipo que se come una bombilla; otro que se clava un clavo en la nariz; un tercero que se tumba sobre una cama de clavos; Demónica, la encantadora de serpientes; el Hombre Ilustrado (tatuado hasta la médula), y el maestro de fugas heredero de Houdini.

"Se trata de la cultura popular americana, las cosas más inusuales de nuestro undergraund, las cosas raras que hacen a América un sitio interesante..., todo esto está en Coney Island", dice Dick Zigun, el creador y director del espectáculo. Zigun reunió hace 15 años a algunos de los tragasables, hombres tatuados y forzudos que se habían quedado en la cuneta cuando desapareció el circuito de carnavales itinerantes. Gracias a subsidios estatales y al precio de las entradas, sucesivas generaciones de aprendices mantuvieron la herencia del side show y elevaron a Coney Island USA a la categoría de institución del teatro popular en la ciudad. Pero el año pasado, el dueño del inmueble recibió una oferta de McDonald's para ampliar el espacio de un restaurante cercano. "El problema es exclusivamente que McDonald's está poniendo una zanahoria atada a un palo delante de las narices del propietario", explica Zigun.

Todos los demás empresarios que tienen alguna atracción o barraca en Coney Island le han ofrecido su apoyo económico para saldar la deuda y renovar por otros cinco años. Pero parece que es demasiado tarde, y el caso está ahora ante los tribunales. Según Zigun, "ahora todo depende de quién tenga el mejor abogado".

En el espectáculo trabajan 13 personas en nómina. "Económicamente estos espectáculos ya no son viables", dice Zigun. "Si te interesa ganar dinero no te dedicas a esto". Hace 100 años, eran los descastados y los desesperados quienes se subían al escenario de una caseta para ganarse cuatro perras revolviendo el estómago al respetable. Hoy, los protagonistas de Coney Island USA parecen salidos de un concierto punki y jamás se les ocurriría ponerse a vender hamburguesas con un uniforme de poliéster. Su futuro está al borde de una freidora de patatas.

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