La guerra, única esperanza para los desplazados croatas en 1991
"Nos costó tanto levantar nuestra casa..." En el agobio de una habitación de hotel de tres por cinco metros viven desde hace cuatro años el fornido Potr Koseg, de 50 años, y su esposa Lyuba, de 53. La humedad que desprende la colada recién tendida en el cuarto extrema el bochorno del verano en Split. Ella simula estar absorta en una labor de ganchillo con las gafas milagrosamente prendidas en la punta de la nariz, pero interrumpe las explicaciones de su marido con imborrable memoria de su tragedia.Son un ejemplo de los más de 20.000 croatas expulsados de sus casas por los serbios de la Krajina en 1991 que malviven en los hoteles de Split, antaño abarrotados de turistas europeos. Sólo en la costa dálmata hay más de 70.000 desplazados, y más de un cuarto de millón en todo el país. Para ellos la guerra es el único camino que les llevará de regreso a su hogar.
Los Koseg vivían en Jezevic, una aldea croata de 150 habitantes situada a unos 40 kilómetros al sur de Knin y rodeada de pueblos serbios. Todos iban a comprar a su tienda de: comestibles que, tras largos, años de trabajo en el extranjero, abrieron en una flamante casa de dos plantas. Hoy creen que son afortunados, en otras habitaciones del mismo hotel de Split viven hasta cinco personas en el mismo espacio.
"Hartos de esperar"
"Ya estamos hartos de esperar". No pueden olvidar la madrugada del 25 de agosto de 1991, cuando los milicianos serbios de la Krajina entraron en Jezevic protegidos por los bombardeos del Ejército Nacional Yugoslavo. Todos huyeron con lo puesto, y la casa y la tienda fueron pasadas a fuego. El más pequeño de los cuatro hijos de los Koseg se encuentra ahora en las filas de los 100.000 soldados croatas que avanzan contra las ciudades de los serbios secesionistas.Devolver a los refugiados a sus casas ha sido una de las razones esgrimidas por el presidente Franjo Tudjman para ordenar el masivo ataque contra la Krajina. Además de los 260.000 desplazados que Croacia tiene que acoger y alimentar desde hace cuatro anos, con un coste evaluado en 50 millones de dólares (6.500 millones de pesetas) mensuales, otros 100.000 se encuentran en Alemania, Suiza y Hungría. Pero el Gobierno de Zagreb también sufre la presión social que representan los más de 300.000 refugiados procedentes de Bosnia-Herzegovina asentados en su territorio. La situación, según fuentes croatas, se había vuelto insostenible desde hace muchos meses, a pesar de las ingentes ayudas humanitarias internacionales.
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