Chantajes

Ejercer de maricón es una especialidad privada que sólo algunas circunstancias culturales y legales pueden convertir en pública. En principio, se ejerce de maricón como de pajero, de sadomaso, de mirón o de hetero. Mucho más complejo resultaría saber si uno es todas esas cosas, especialmente en algunas lenguas que distinguen sutilmente entre el ser y el estar. Para defenderse de la discriminación, los maricones han utilizado instrumentos de calado diverso, cuya legitimidad es objeto de discusión constante. Así, los lobbies, principalmente relacionados con el arte: que uno lo haga con gentes de atributos iguales puede suponer una ayudita para alcanzar el éxito en el teatro, en la literatura, en la pintura. Una forma, en fin, de masonería; algo como el Opus, pero más alegre. Su última modalidad 'de autodeensa es el ejercicio del outing ("¡fuera caretas!"), que consiste en dar a conocer la identidad de miembros de la cofradía que lo llevan en secreto y que públicamente aprueban leyes discriminatorias o critican la mariconería. Como en el fondo suelen ser personas muy morales, los partidarios del outíng no aceptan la perversión -gozosa ergo peligrosa- que supone estar de una forma en la cama y de otra, completamente contraria, en la calle. Y por tanto exhiben esa forma de chantaje, que ha encontrado en el sistema de la hipocresía vienesa, con tanta severidad juzgado por Bernhard, unas condiciones de proliferación idóneas. Comprendo que se reaccione con indignación ante el outing: la doble moral es una de las fórmulas más elaboradas que el hombre ha ideado para asegurar la convivencia y no siempre puede irse muy rápido y muy lerdo en su denuncia. Pero ese chantaje será siempre más inofensivo que el que usan muchos jefes de cualquier negociado para intimidar en secreto: "Que nadie sepa que usted va de maricón o me lo cargo".