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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La hora de la verdad

LA ONU aceptó ayer delegar en los mandos militares de los cascos azules la decisión de una intervención militar contra las fuerzas serbias en Bosnia. Sólo cabe decir que ya era hora de que las democracias occidentales se desprendieran de la capacidad de veto a la acción militar de la OTAN por parte de funcionarios de la ONU -como su representante en los Balcanes, Yasushi Akashi-. Éstos han sido los responsables de paralizar toda reacción a los asaltos de las fuerzas serbias contra dos enclaves bosnios que el Consejo de Seguridad de la ONU decidió proteger en su día. Esta pasividad ha permitido a las fuerzas de Karadzic consumar su conquista, adoptar brutales represalias contra combatientes y población civil y seguir con su estrategia de limpieza étnica.El comunicado del secretario general de la ONU, Butros Butros-Gali, recoge también la delegación a los mandos militares de la posibilidad de intervenir en los enclaves de Bihac y Sarajevo, que ayer se encontraban de nuevo bajo fuertes ataques serbios. La experiencia de los últimos años, de tantas amenazas vacías y promesas incumplidas, exige esperar para ver si tras estas palabras, que sin duda suponen un endurecimiento de la postura de la comunidad internacional, hay una verdadera voluntad de intervenir o sólo nuevas argucias para esconder divisiones internas y postergar cualquier acción.

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El tiempo apremia, porque el desastre se consuma. La vergüenza se toma pura ignominia para las democracias, la ONU y la OTAN en los Balcanes. Tras la caída de la ciudad de Srebrenica, en la cual observadores de la ONU ya han confirmado que los serbios actuaron con insólita barbarie contra la población civil y los combatientes bosnios, otro enclave supuestamente protegido por resolución del Consejo de Seguridad, Zepa, ha caído en manos serbias. Y la comunidad internacional no ha movido un dedo para cumplir su solemne promesa de protección proclama da en su día en Nueva York. Los cascos azules se han limitado a constatar: "Las tropas serbias actúan con plena impunidad en el centro de Zepa. Ya puede decirse que Zepa ha caído definitivamente".

Reuniones como la de Londres hace una semana y las posteriores de Bruselas amenazan con ser sólo nuevos episodios de una ceremonia de la confusión, una sangrienta burla a las fuerzas bosnias, a los centenares de miles de huidos, a los miles de muertos en estos días de deliberaciones sobre una respuesta enérgica, pero también a la opinión pública internacional. Y no debe serlo porque está en juego la vida de miles de personas inocentes, la credibilidad de la defensa de las democracias occidentales y la dignidad de las organizaciones internacionales.

Que el secretario general de la OTAN sólo hablara ayer de proteger Gorazde fomenta las sospechas de que puede tratarse de otra maniobra de diversión. Porque la defensa exclusiva de esta ciudad tan sólo ha supuesto -como denunció de inmediato Sarajevo- la carta blanca a Karadzic para que asalte los demás enclaves. Decir que se defiende Gorazde y no Bihac, también protegida por las resoluciones del Consejo de Seguridad, es puro cinismo. Las fuerzas serbias saben jugar esas cartas. El ministro ruso Kózirev, que estuvo en Belgrado -capital de Serbia que supuestamente tiene aislados a los serbios de Bosnia- y se entrevistó con el responsable de la matanza en curso, Ratko Mládic, ya ha dicho que el general le asegura que no atacará Gorazde. ¿Por qué iba a hacerlo? Se concentrará en la conquista del enclave de Bihac. Seguirá matando, como ayer, en las calles de Sarajevo. Ya tendrá oportunidad de hacerse con Gorazde.

La presión del Senado norteamericano con su amenaza de levantar unilateralmente el embargo ha desempeñado un papel clave en la decisión de acabar con una doble llave de la OTAN y la cúpula civil de la ONU a los ataques aéreos, que los convertía en simbólicos e inefectivos cuando no imposibles.

La situación no admite ya más dilaciones. Cualquier ataque de las fuerzas serbias sobre cualquier enclave debería tener una respuesta lo suficientemente rotunda para hacer meditar a Karadzic y MIadic sobre la oportunidad de repetir tal acción. Y cualquier intento de atacar a los cascos azules debe suponer tal costo a las fuerzas serbias de Karadzic a sus posibles y aliados procedentes de Serbia que les disuada de proseguir por ese camino. Cualquier titubeo y desunión de la alianza en estos momentos supondría seguir por el camino del desastre. Tiene que ser la hora de la verdad.

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