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Dambo el mesiánico

El polémico político vasco contó siempre con el apoyo de José Barrionuevo

Luis R. Aizpeolea

En la campaña de las elecciones vascas de noviembre de 1986, Ricardo García Damborenea solía iniciar sus intervenciones con unas frases en euskera que, pese a no entender, la inmensa mayoría de sus oyentes aplaudían. Cuando paraban los aplausos, Damborenea se dirigía a sus oyentes con un gesto estudiado y decía: "Hipócritas. ¿Por qué aplaudís si no habéis entendido nada? Con los nacionalistas sucede lo mismo. Cuando hablan en euskera, nadie les entiende, pero todo el mundo les aplaude. ¡Hay que terminar con la hipocresía del nacionalismo!".Damborenea fue siempre amigo de los golpes de efecto y también se creyó el único dirigente socialista capaz de llamar al pan pan y al vino vino. Nunca tuvo en cuenta, por ejemplo, que las introducciones en euskera, que practican en Euskadi casi todos los partidos en sus actos públicos, eran una forma de valorar un idioma débil y de estimular su conocimiento. Siempre pensó que era el único dirigente del Partido Socialista de Euskadi (PSE) capaz de manifestar en público lo que todos decían en privado. Algo parecido le sucedía con el terrorismo y con su política frontal contra el nacionalismo. Y lo malo es que se lo creyo a piés juntillas.

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Ayer volvió a hacer gala de su mesianismo cuando, en una especie de guiño cómplice universal, dijo que todos los españoles mayores de 25 años "lo sabían todo sobre el GAL". Pero la vida política de García Damborenea, desarrollada casi íntegramente como secretario general de los socialistas vizcaínos, desde 1978 hasta su expulsión del PSOE en 1990, fue todo menos un cúmulo de unanimidades sociales y políticas. Entró en la política vasca como un elefante en una cacharrería. Fue enemigo feroz de todo el nacionalismo, no sólo del radical de HB. Saltó a la fama con una frase efectista que, en plena época de atentados terroristas, hizo época: "El PNV es el principal enemigo del País Vasco". Siempre identificó el combate contra el terrorismo con el del nacionalismo vasco. Nunca le gustaron los matices. Amenazó a la política vasca con un lerrouxismo de nuevo cuño. Sus enfrentamientos dentro del propio PSE fueron feroces. Sus primeros contrincantes fueron Carlos Solchaga, cuando los navarros estaban integrados en el PSE, y Enrique Casas, secretario general guipuzcoano, asesinado por el terrorismo, en febrero de 1994.

Fueron siempre enfrentamientos personales, de poder a poder. Las causas eran diversas, y sólo transcurrido el tiempo tuvieron un claro carácter ideológico. Fue, sobre todo, cuando se alió con la UGT frente al Gobierno en el momento en que choque entre el sindicato y Felipe González fue más duro, con motivo de la huelga general de diciembre de 1988. Pero ésa fue la etapa final de Damborenea en el PSOE en la que ya González se convirtió para él en su principal enemigo a batir.

Siempre despreció a los socialistas guipuzcoanos que controlaban el PSE y que estaban amparados por Felipe González: Txiki Benegas, como secretario general; Ramón Jáuregui, delegado del Gobierno en el País Vasco y sucesor de Benegas al frente del partido y Juan Manuel Eguiagaray, número dos, y al que, aunque vizcaíno, consideraba como a los guipuzcoanos un mozárabe, un socialista partidario del entendimiento con los nacionalistas.

Hizo de la organización socialista vizcaína un poder autónomo dentro del PSE. Su fuerza procedía de sus excelentes relaciones con el Ministerio del Interior y su titular, José Barrionuevo, que hizo de él su interlocutor privilegiado en cuestiones del terrorismo vasco. Dio clases sobre terrorismo político en la Academia de Policía. Se apoyaba políticamente en los gobernadores civiles vascos. Julián Sancristóbal, de Vizcaya, fue un incondicional suyo y ascendió a director de Seguridad del Estado en 1984 por su decisivo influjo.

Para ganar las batallas en las agrupaciones socialistas vizcaínas, donde tenía como contrincante principal a Eguiagaray, movilizo y afilió al PSOE a policías del cuartel de Basauri. Nunca dio cuenta de sus actuaciones a la dirección socialista vasca, que lo consideró un incontrolado político y orgánico, sino al ministro del Interior, Pero perdió todos los congresos socialistas vascos, primero frente a Benegas, y luego frente a Jáuregui.

Su enconamiento aumentó cuando Barrionuevo fue sustituido en 1988 como ministro del Interior por otro vizcaíno, José Luis Corcuera, con el que estaba enfrentado políticamente, a cuenta de su alineamiento con Nicolás Redondo. Hacía un año que los GAL desaparecieron de la escena. Perdido el apoyo de Barrionuevo, los días de Damborenea estaban contados en el PSOE y con él, el lerrouxismo del socialismo vasco.

Expulsado del PSOE en 1990, montó un partido, Democracia Socialista, en cuya financiación lo apoyó Sancristóbal. Su montaje fracasó. Su penúltima pirueta política fue el respaldo público que dio al PP en las europeas de 1994, abrazándose con Aznar en un mitin en Zaragoza.

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