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"Luchar para vivir"

Un soldado bosnío que había conseguido cruzar el territorio dominado por los serbios se reunió el martes, bajo el sol que abrasaba el aeropuerto de Tuzla, con su hijo de dos años que había sido evacuado de Srebrenica junto a las mujeres y a los otros niños. En unos minutos, el soldado, delgado y débil, pasé de la felicidad más completa a la tristeza compartida se acercó a una mujer que conocía y le dijo que su marido, hermano e hijo habían muerto bajo el fuego de los serbobosnios en la emboscada de Konjevic Pole. Mientras el Soldado lloraba de emoción con su hijo en los brazos, la mujer tuvo un ataque.La suerte acompañó a Zulfo Mujanovic, de 29 años, otro soldado bosnio que pudo contar su historia al llegar a Tuzla. En buen estado físico pese a su delgadez, Mujanovic se reunió al fin con su familia, que había huido de Srebrenica hace tres años. Entonces tenía un hijo de tres años y su mujer estaba embarazada. En Tuzla ha podido conocer a su hija de tres años, a la que nunca había visto, y reencontrarse con su mujer y su hijo, que ahora tiene seis años. Mujanovic se había quedado en Srebrenica porque . quería defender a su pueblo, pero el martes, ante el fuego pesado, de los serbobosnios, tuvo que huir.

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"No fue fácil, pero era la única manera de sobrevivir", explicó Mujanovic. "Luchar para vivir. Ésa fue la única manera de continuar andando durante seis días". Tampoco es fácil saber cuántas personas de las miles que huyeron de Srebenica conseguirán llegar a Tuzla. Entre ellos había unos 3.000 soldados y el resto eran hombres que temían el destino que les deparaban los serbobosnios y unas 30 mujeres. Muchos perecieron en tres emboscadas de los radicales serbios y otros se quitaron la vida, prefiriendo el suicidio a la captura.Una semana sin pan

Ifeta Hakic, una mujer de 36 años, dejó a su marido y a sus cuatro hijos en Srebrenica. Ninguno de ellos pertenecía al Ejército bosnio, pero ella sabía que, por su edad, los serbios considerarían a su marido y a su hijo mayor como Posibles soldados enemigos. Su vida en el enclave no había sido fácil, pero habían sobrevivido gracias a la ayuda humanitaria de las Naciones Unidas y vendiendo ropa. "A veces no teníamos pan durante una semana", relató Hakic.

Cuando cayó Srebrenica, se fue a pie hasta la base, de Potocari: "Creía que se me rompía el corazón. Estaba muerta de angustia por mis hijos", dijo. Hakic vino a Tuzla en los autobuses que transportaron a los refugiados con la esperanza de que su marido e hijos hubieran huido junto a los demás. Y ya hace más de una semana que no tiene noticias de ellos.Copyright The Independent / EL PAÍS.

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