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Con K de Vallekas

Desde la ventana del control de los estudios de Tele K, la televisión de Vallekas, se contemplan unas magníficas puestas de sol, un espectáculo diario, siempre el mismo y siempre diferente, que más de una vez han enfocado las cámaras de esta emisora local, de esta tele del barrio y para el barrio que, con escasos medios y más que suficiente desparpajo, se ha hecho un hueco en la programación y en el corazón de los vallecanos. Una televisión castiza, que viene de casta, una emisora cuyos índices de audiencia nunca medirán los audímetros.En el control de Tele K hoy no hay tiempo para asomarse a la ventana, se vive lo que en las cadenas comerciales llaman la tensión del directo; el equipo técnico, un grupo de jóvenes y esforzados profesionales, se multiplica para sacar adelante una. programación basada en la actualidad del barrio. Pero no hay tensión que pueda con el buen humor y el compañerismo que presiden las relaciones entre los colegas que, al margen de cualquier atisbo jerárquico, salpican con bromas y chistes la jerga habitual de los platós en los momentos cruciales.

En un reducido y modestísimo set, con muebles de pino y enea, se apretujan para hablar a su aire los representantes políticos del barrio; gobierno y oposición municipales que debaten cotidianamente sobre los asuntos de Vallecas, que dicen y se desdicen, prometen, se justifican, polemizan y confraternizan convocados por la llamada de las cámaras indígenas. Pero no es la política, sino la cultura, lo que prima en la programación de Tele K, cultura popular, de la copla al rock and roll, el teatro o los libros. Sobre el fondo azul del telón del plató irrumpen de vez en cuando imágenes virtuales de bosques y de ríos, de ciudades y paisajes, del mundo ancho y ajeno que se filtra a través de las paredes de los estudios, situados en un nuevo edificio de los altos de Vallecas, una atalaya libre que conecta el barrio entre sí sin dejar de abrirse a la ciudad que está al otro lado del puente. Las cámaras de Tele K otean a diario en, la vida cultural y social de Madrid, sus reporteras y reporteros se abren paso en ruedas de prensa, presentaciones de libros, estrenos teatrales, actos de solidaridad, festivales contra el racismo, la intolerancia o la xenofobia, manifestaciones y convocatorias que muchas veces pasan inadvertidas o son conscientemente ignoradas por las televisiones públicas y privadas. Tele K es una emisora con personalidad propia, con ideas propias, que procura vivir libre de presiones y coacciones.Tele K acepta publicidad, pequeños anuncios que casi siempre se circunscriben al ámbito comercial del barrio y que les ayudan a autofinanciarse, pero está claro, que no es el afán de lucro lo que guía su trayectoria. En Tele K no tienen cabida los tópicos, ni la retórica, ni los circunloquios, ni los amaneramientos del lenguaje de la televisión comercial. En Tele K se habla claro y llano, en tono coloquial y confianzudo, en cheli y por derecho. Y si falla la infografía, una locutora, en las antípodas de lo convencional, se sienta en el suelo y lee el menú del día, la agenda cultural y festiva de la jornada.

La humilde televisión del barrio, con sus limitaciones y sus carencias, es un ejemplo claro de lo que puede ser, de para lo que puede servir, una televisión local, televisión participativa y por tanto interactiva. Un mínimo consuelo para los que todavían piensan que la televisión puede ser algo más que la teletienda global donde se venden de saldo plantillas adelgazantes y noticias sesgadas, brillantes automóviles y deslucidas ideologías, todo flotando en una espesa sopa en la que apenas se distingue dónde acaba la información y empieza el aleccionamiento, cuáles son los límites entre la ficción y la publicidad.

La mejor fórmula, para luchar contra los males de la telebasura no es desconectar el aparato, sino crear una, cien, mil pequeñas televisiones libres de cadenas y de trabas. Las televisiones locales se mueven en una tierra de nadie, entre la semiclandestinidad y la semitolerancia, en una cuerda floja de la que pueden ser apeadas en cualquier momento por una legislación que barrerá del espectro a las más débiles para proteger a los mercaderes del telenegocio y sus cables. Pero mientras, en el estrecho pasillo de la televisión vallecana, continúan off the record su debate los políticos locales mientras se emiten entrevistas y actuaciones musicales grabadas en un reciente concierto de rock a beneficio de los afectados del viras del sida, y Manuel Rey, intérprete y estudioso de la copla, arrastra El baúl de la Piquer, y una chica vestida de payaso da los últimos toques a su abigarrado maquillaje antes de presentar el programa infantil, y Teresa, La Josefa, la locutora antípoda, prepara las entrevistas de su magazine y expresa sus dudas sobre dónde termina su personaje de falsa maruja y comienza a ser ella misma.

Hace calor en los estudios, y los trabajadores se turnan para bajar a la cervecería que ocupa los bajos del edificio. En la terraza, abierta a una zona peatonal, colaboradores y simpatizantes de la emisora intercambian informaciones y comentarios sobre la salud del barrio en. particular y del planeta en general, se sugieren nuevas iniciativas y se discuten las pequeñas noticias que a lo mejor saltarán al próximo informativo local. En las paredes de Tele K cuelgan anuncios ofreciendo empleo a los vallecanos en la siempre ingrata labor de buscar publicidad. para cubrir los gastos y rellenar los' espacios vacíos de la programación con artesanales spots que promocionan comercios y talleres, bares y supermercados de la zona.

La televisión vecinal, se ha convertido en una: alternativa real y liberadora para los habitantes de Vallecas, un oasis familiar en la desértica e impersonal parrilla de la programación habitual, una ventana abierta a un mundo que empieza en el patio de casa.

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