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Los dolores de Loli

Un derribo por ruina deja a una tendera de Lavapiés sin medios de vida

Convivir con okupas primero; verse con las cintas y los botones en la calle, después. Todo eso acaba de vivir Dolores Moncalvillo, Loli para sus vecinos de Lavapiés y clientes desde hace 30 años. Desde que, hace más de un mes, el Ayuntamiento derribó por ruina el inmueble de la calle del Ave María, 12, esta mujer madura se ha quedado sin la mercería arrendada en los bajos. Adiós tienda y adiós medio de vida. "No me han dado ninguna indemnización", asegura.Loli ha encontrado refugio provisional en un inmueble contiguo. Allí pasa algunas mañanas, rodeada de sus pertenencias, despachando los encargos pendientes entre babis colgados. "Fíjese, todas éstas son medias que me dejaron para coger los puntos".

El 7 de junio de 1995 será un día difícil de olvidar para la mercera. Le ofrecieron un camión para trasladar sus pertenencias. Fue sin previo aviso, señala Loli, la única inquilina con contrato del inmueble. El gerente de Urbanismo decretó la ruina inminente y la demolición inmediata de la casa de tres plantas.

"La seguridad tenía que primar por encima de todo", explica el responsable de Protección a la Edificación, Fernando Macías. "El inmueble", añade, "se podía tirar, porque tenía una protección limitada a la estructura. No afectaba a la fachada". Desde la asociación de vecinos La Corrala aseguran lo contrario: "El derribo incumple la normativa, porque legalmente la casa aún tenía protección integral. En cualquier caso había que haber mantenido la fachada", señala Eduardo Gutiérrez.

Los punkis que ocupaban el edificio ganaron la calle y los operarios comenzaron la tarea. Loli sacó sus cosas con nervios y pena. Hoy, el, número 12 de Ave María, con vuelta a la calle del Olmo, es un solar en el que los obreros apuntalan una medianería y encalan la otra, para evitar las goteras. Quedan en ellas los azulejos y papeles pintados con que revistieron sus existencias los antiguos inquilinos. Los más modernos, hasta unos cuarenta okupas de aspecto punki, han dejado huellas más nihilistas en color azul: "No futur", se lee en uno de los muros que cobijó las buhardillas.

Pero Loli espera tenerlo. Aunque ninguno de los tres copropietarios del inmueble (una inmobiliaria es dueña de la mitad, y el Arzobispado y la Comunidad, de cada cuarto restante) le haya ofrecido hasta ahora una indemnización por el desahucio. Ella busca rehacer ' su negocio y retomar su vida de comerciante. "Yo no estoy contra nadie, pero lucho por defender mis derechos", apunta la mercera.

Los representantes de los tres dueños planean reunirse después del verano para decidir sobre el futuro del solar y también sobre el de Loli. "Veremos cómo canalizar los derechos de la inquilina, que los tiene", aseguran desde el Arzobispado.

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La solución (indemnización o posible realojamiento de construirse una nueva casa), después de las vacaciones. Para la mercera se presentan forzosas.

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