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La gran moruchada

Torreón/ Rincón, Jesulín, Rivera

Toros de El Torreón, grandes, sin fuerza, amoruchados. César Rincón: estocada ladeada y

rueda de peones (silencio); bajonazo -aviso con retraso- y dobla el toro (ovación y salida al tercio). Jesulín de Ubrique: pinchazo, estocada corta trasera baja y tres descabellos (silencio); media atravesada baja -aviso- y descabello (petición, aplausos y también pitos cuando sale al tercio). Rivera

Ordóñez: pinchazo, media, ruedas de peones que ahondan el estoque, dos descabellos -aviso-, descabello y se tumba el toro (silencio); pinchazo y estocada (ovación).

Plaza de Pamplona, 14 de julio. 9ª y última corrida de feria. Lleno.

Presentaron toros con más de 600 kilos para Rincón, Jesulín, Espartaco (que finalmente no vino; le sustituyó Rivera), y aquí había gato encerrado. Torazos de 600 kilos para figuras no puede ser. Y salieron gran dotes, efectivamente. Pero apenas habían dado una vuelta por el redondel, cualquiera podía advertir que de toros no tenían nada. Sólo el disfraz, debajo del cual se escondía la gran moruchada.¿Estábamos en carnaval acaso? No estábamos en carnaval y, por tanto, el disfraz resultaba altamente sospechoso. De suerte que los moruchos se fueron delatando uno a uno y a la primeras de cambio. He aquí un síntoma: en cuanto salían, ya estaban procurando volver y miraban por dónde oteando las tablas.

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No se trataba de unos moru chos cualquiera sino de moru chos a ley: moruchos de una pieza, lo más amoruchado que hubiera podido encontrarse en la moruchería patria. Moru chos con pedigree; moruchos criados a mano; moruchos de encargo para las figuras con temporáneas, que no quieren ver un toro bravo en diez kilómetros a la redonda, mejor si son veinte.

El morucho no es que propicie triunfos, pero tampoco provoca fracasos; de manera que váyase lo uno por lo otro. El morucho, si posee las cabales Características propias de la raza moruchera -así lo que sirve El Torreón, propiedad de Felipe Lafita, marca lider en los mercados moruchistas nacionales e internacionales- es como un armario.

Torear un armario constituye una virtud teologal, únicamente reservada a las figuras de la tauromaquia contemporánea. Les sacan a las figuras de la tauromaquia contemporánea un armario y ellas saben el procedimiento a seguir. Dominadoras de la técnica de torear armarios, les presentan la muleta (más bien la punta), pasan un rato delante del espejo de luna componiendo posturas, finalmente se dan la vuelta mientras pegan un estacazo al aire, se marchan con paso jacarandoso y, siempre hay alguien que pica y se pone a aplaudir.

En sus primeros toros César Rincón y Jesulín de Ubrique desarrollaron esa estrategia con insistente denuedo, y quedó a salvo su honradez profesional El de Ubrique desplegó también derechazos, rodillazos, circulares agarrado a los costillares en el quinto de la tarde, que se movía más (debía ser un armario con ruedas) y unos sectores de la plaza se lo jalearon con estruendo mientras otros le pitaban a pleno pulmón.

César Rincón aplicó al cuarto. una técnica casi desconocida, puesto que provenía del toreo clásico. Consintió en llamar desde lejos a la mole aquella para estimular su instinto embestidor -si es que por casualidad le quedaba alguno- y a fuerza de porfiar, también de consentir y templar, logró re-. dondos, trincherillas, afarolados, cambios de mano, pases de pecho, y la rara faena supuso, en conjunto y por lo menudo, un auténtico alarde de torería.

Rivera Ordóñez no es especialista en armarios, ni siquiera carpintero, y pues torear resultaba imposible, se arrimó como un jabato. Pero le dio igual. Las peñas estaban a lo suyo, cantando La chica ye-ye, Paquito el chocolatero, el Vals de Astráin, Clavelitos; en fin, todo, lo que sabían, a manera de apoteosis final, pues ya llegaba imparable el Pobre de mí. Y, de paso, se sacudían el aburrimiento, posible ni hartos de vino era posible soportar aquella moruchada infame.

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