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GUERRA EN LOS BALCANES

Pale, una Arcadia provisional y relativa para los serbobosnios

En la capital de los hombres de Radovan Karadzic no hacen impacto las granadas y la comida no falta

ENVIADO ESPECIALPale es un pueblo serrano, más a la manera centroeuropea que española, que muy pocos considerarían el lugar ideal para pasar unas vacaciones veraniegas con sus niños. Entre verdes colinas, en un paisaje idílicamente apacible, se desperdigan entre los árboles casas claras de dos plantas. El viajero inadvertido quizá critique su kilométrica y sosa calle Mayor, flanqueada de anticuados establecimientos con cuatro cosas en sus estantes y habitada por unos cuantos grupos de personas mayores, sentadas silenciosamente a las puertas de sus casas, y algunas ovejas y gallinas. O la falta de pulso callejero reflejada en el tono sombrío de los pocos que van y vienen y que no se compadece con el que deberían mostrar quienes están seguros de su victoria final.

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Pero Pale tiene una emisora de televisión, cerca de 18.000 habitantes y no es sólo un pueblo sesteante detenido en el tiempo. Pretende ser también, aunque sólo momentáneamente, "el corazón de la república", la capital del denominado Estado de los serbios de Bosnia, un extenso e irregular territorio ocupado por las armas y habitado escasamente por 700.000 personas. Desde el paso fronterizo de Karakaj, junto a Zvornik, la sinuosa carretera que viene de Serbia, atraviesa a lo largo de casi 200 kilómetros un paisaje semidespoblado, sin roturar y ocasionalmente boscoso. En ausencia de algo parecido a transporte público, las pocas personas que necesitan viajar esperan al sol durante horas en controles policiales o encrucijadas de caminos a que alguien las suba a un coche.

Una capital coyuntural, Pale, porque la definitiva, según proclaman los líderes de esta república alzada en armas, a la que la comunidad internacional niega el reconocimiento, será una ciudad vecina, a la que cualquiera teóricamente podría llegar en menos de media hora si toma la desviación de la derecha. Un lugar mucho más grande, poblado y excitante, al otro lado de la montaña de Trebevic, de nombre Sarajevo.

Sarajevo y Pale, las dos caras de una guerra insoportablemente larga y cruel, están a 16 kilómetros, pero podrían estar a 1.600. Lo están de hecho, porque para ir de una a otra hay que atravesar varios países que formaron parte de la antigua Yugoslavia y que no se reconocen entre ellos. Les separan muchas más cosas que la distancia, la incomunicación telefónica o el talante. de sus gentes. En Pale no hay cañonazos o morterazos que revienten la casa de uno, se escuchan más los pájaros que las ametralladoras y las calles se cruzan sin temer a un francotirador. La luz se enciende al pulsar el interruptor, hay carne, verduras y frutas y sale agua clara de los grifos noche y día. La torrentera en que se convierte el río Miljacka montaña abajo, a poco de nacer en parajes de postal, alimenta incluso un criadero de truchas en el que come ocasionalmente el jefe su premo de los ultranacionalistas serbios de Bosnia, Radovan Karadzic. Su Mercedes 600 con cristales negros y matrícula policial 01-01-1 cruzaba ayer velozmente una de las carreteras por las que se puede entrar y salir de esta Arcadia relativa.

Quienes tienen la desdicha, de vivir 16 kilómetros al oeste llevan más de tres años confinados en un gueto y no pueden permitirse el lujo de aburrirse paseando por la calle Mayor. El Miljacka corre ya sucio por su ciudad y en estos días de verano muchos mueren bajo las granadas serbias cuando hacen la cola para conseguir un balde de agua de las bocas callejeras. Los sitiadores no sólo disparan, también cierran los grifos, los interruptores y las carreteras.

Pale es el rostro político y administrativo de un pseudoestado en guerra étnica. La única razón de que este antiguo lugar de veraneo acomodado haya sido elegido para ello es precisamente su proximidad a esa especie de Jerusalén que Sarajevo, la vieja capital de Bosnia, representa para los serbios ultramontanos. El otro rostro, el de la poderosa maquinaria militar serbia, se oculta unos pocos kilómetros al norte, en Han Pisejak, un centro de mando militar construido por Tito en las entrañas de las montañas y en el que reina ahora el general Ratko MIadic.

Ninguno de los cuatro funcionarios que juegan a las cartas a la entrada del chalé de las afueras que aloja la oficina de prensa del régimen serbio bosnio parece muy concernido este domingo por la nueva toma de rehenes, treinta cascos azules holandeses esta vez, por parte de las tropas serbias en Srebrenica o la eventual autorización para que mañana un convoy humanitario de Naciones Unidas se abra paso hacia Sarajevo por primera vez en dos semanas. El quinto se entretiene con videjuegos de ordenador bajo las fotograflas oficiales de la trinidad de esta república: Radovan Karadzic, presidente; Momcilo Krajsnik, jefe de su autodenominado Parlamento; Ratko MIadic, comandante supremo. La tripleta, no tan avenida como se supone, tiene en sus manos el destino de lo que para unos es una "democracia militar", según la original formulación de un partido nacionalista en Belgrado, y para otros un "pseudoestado policía".

Pale no ha sido siempre tan aburrido, aseguran. Un golpe serio fue el propinado por sus jefes de Belgrado, cuando, en agosto pasado, les retiraron formalmente el saludo y aceptaron bloquear la frontera a lo largo del Drina, en castigo por el rechazo de Karadzic y los suyos al plan de paz para Bosnia elaborado por las potencias occidentales. El presidente serbio, Slobodan Milosevic, apostó entonces por romper con sus discípulos para librarse de las sanciones económicas internacionales, aunque nunca ha dejado de ayudarles secretamente. Con el claro empeoramiento en los últimos meses de la situación militar para los serbios de Bosnia, y también para los de Croacia, la cooperación de Milosevic ha adquirido recientemente sus formas más crudas, al devolver por la fuerza a los frentes bélicos a miles de refugiados de origen serbio que escaparon hace años de la guerra de la, antigua Yugoslavia.

Incluso después del teórico corte con los serbios del otro lado del río, en Pale había cierta conversación e ir y venir diplomático, aunque los radicales de Bosnia han ido adquiriendo imparablemente la condición internacional de parias.

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