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Un incidente deportivo amenaza la afianza entre Belgrado y Atenas en los Balcanes

ENVIADO ESPECIALPor causa de un partido de baloncesto, la guerra de palabras entre Belgrado y Atenas, hasta ayer dos aliados aparentemente inconmovibles, ha dejado de serlo para pasar a los hechos. Millares de serbios estarían cancelando sus previstas vacaciones en Grecia, país favorito en los últimos años, para vengarse de lo que consideran agravio griego con ocasión de la final europea de baloncesto, que ganó el pasado domingo en Atenas el equipo yugoslavo. A pesar de las excusas formales del primer ministro heleno por el comportamiento de sus hinchas, en la capital serbia se escuchan eslóganes antigriegos impensables hace cuatro días.

La final entre Lituania y Yugoslavia, repleta de incidentes, acabó con una hiriente y monumental bronca de los sanguíneos, espectadores griegos al equipo de Belgrado, responsable de su eliminación. Los serbios -semiaislados del mundo desde hace más de tres años por efecto de las sanciones económicas de la ONU, y a los que, se permite excepcionalmente desde octubre su presencia en acontecimientos deportivos internacionales- respondieron en Belgrado con un acto masivo de exaltada afirmación nacionalista cuyos ecos perduran todavía.

Gritos de "¡Macedonia, Macedonia!" y "¡Chipre es turco!" atronar con hasta el lunes las calles de su capital. Todavía el martes permanecía cerrada la Embajada griega, ante la cual se produjeron en días sucesivos violentas manifestaciones que destrozaron no sólo todos sus cristales, sino también un par de coches de la legación.

Indignación y estupor

Fuentes diplomáticas griegas en' la capital serbia manifiestan su indignación y estupor por lo que consideran una actuación "preparada e instrumentalizada por el Gobierno serbio". Serbia había correspondido hasta ahora ignorando virtualmente la situación de Macedonia, la diminuta ex república yugoslava a la que Atenas mantiene bloqueada -le niega el acceso al puerto de Tesalónica, por el que exportaba el 60% de sus mercancías- y no reconoce con su nombre actual por entender que representa una usurpación del nombre griego.

Las cosas parecen haber cambiado en 48 horas, y no sólo por los gritos de miles de belgradenses que coreaban el nombre de la pequeña república hostigada regularmente hasta hace poco por las tropas fronterizas serbias. El lunes por la tarde, la televisión de Belgrado emitió inopinadamente un largo reportaje centrado en la mejora de relaciones entre Serbia y Macedonia.

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"Estaba preparado por el Gobierno", reiteran las fuentes griegas, seguras de que "quienes han atacado la embajada no eran gamberros, sino gente obediente al partido ex comunista en el poder y otros próximos a él. La prensa y la televisión gubernamentales han echado leña al fuego". Según esta interpretación, "Milosevic está presionando a Atenas a través de Macedonia". Al líder serbio, erigido en pivote mediador de la guerra balcánica, no le habría gustado nada la reciente visita a Pale, feudo de los radicales serbios de Bosnia, de una delegación griega.

"Había más odio que alegría entre la gente que se concentró junto al Ayuntamiento", explica un joven hincha que formó parte de las 30.000 personas reunidas en Belgrado para celebrar el triunfo de su equipo.

El Consejo de Seguridad de la ONU, sin embargo, no tuvo en cuenta los excesos del fanatismo político llevado al campo deportivo y decidió prolongar ayer, por un período limitado de 75 días, la suavización del embargo a que está sometido el régimen de Belgrado por su apoyo a la guerra en Bosnia. Esta suavización está limitada al transporte aéreo y a actividades culturales y deportivas, como la que desencadenó la ira de la hinchada.

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