Los jubilados reviven la historia de Carabanchel
Anselmo Mozo recogía espigas de trigo en el mismo lugar donde ahora él y otros 14 jubilados exponen su reconstrucción del pasado de Carabanchel. Todos han sido testigos del devenir de este distrito sureño que fue zona de asueto para los ricos, cuna de labriegos y traperos, y luego, barrio de aluvión migratorio. Desde marzo, como una actividad de la recién creada Universidad Popular de Madrid, estos mayores se han dedicado a bucear en la historia de su vecindario. Los objetos y fotografías recopilados se exponen hasta el 7 de julio en el centro juvenil de Oporto.
Estos historiadores de barrio conocieron los carromatos cargados de pepinos y otras hortalizas de Leganés que atravesaban Carabanchel para entrar en Madrid.Vieron también a las mujeres lavar la colada en el Manzanares junto a los puentes de Toledo y Segovia. Y, los que habitaron en los cincuenta por la calle de Antonio López, recuerdan que los taxistas no querían llevarles allí por el amasijo de chabolas y la fama de barrio lumpen que arrastraba la zona."Aquí, al otro lado del río, sólo había huertas, algunos chalés y casas de traperos. En los des campados, los chicos jugábamos al chito y al gua", rememora Mozo, oficinista jubilado de 70 años y vecino de toda la vida del barrio de Carabanchel.Todavía recuerda cuando el puente de Praga no se pudo inaugurar. "Resulta que algún espabilado había robado el cemento y las junturas tenían sólo arenisca; en todas las épocas ha habido sinvergüenzas", explica. Este hombre conoció el colegio Concepción Arenal cuando éste pertenecía a la Institución Libre de Enseñanza. "Entonces, los maestros eran como amigos; pero luego, después de la guerra, la cosa cambió y mis hijos conocieron la ley del palo", concluye.Dolores Mas, de 80 años, fue la sobrina del último alcalde republicano de Carabanchel Bajo. Para ella ha sido interesante y también entretenido reconstruir un pasado que conoce bien junto a otros mayores de la zona.
"A los de Carabanchel Alto les llamábamos pajoleros", recuerda con sorna. Tampoco puede olvidar sus dos bodas con un mismo marido: "Nos casamos por lo civil y 10 años después, como eso ya no era suficiente, por la Iglesia".En la exposición se muestran desde cartillas de racionamiento a una incipiente lavadora, con aspecto de hormigonera, que en su época era un objeto de lo más cotizado.La iniciativa partió de Ecocultura, una entidad de trabajo social, que se la ofreció a los responsables de la incipiente Universidad Popular madrileña.El propósito es recuperar la historia de los barrios a través del testimonio de los mayores.En esta reconstrucción del hilo histórico del distrito han tenido un importante papel las Misioneras de Jesús, María y José, una orden que nació en 1944 en el barrio de Comillas, cuando este vecindario de Carabanchel era uno de los más míseros de la ciudad.
Las monjas del 'jeep'
Quizá sean las religiosas con más apodos en la historia de la Iglesia madrileña. Se las conoció como la orden del estornudo, por aquello de que cada vez que alguien carraspeaba se le decía: Jesús, María y José.Después pasaron a ser las monjas del jeep, ya que, en los años cincuenta, repartían comida y atención humanitaria a bordo de un todoterreno regalado por un americano. En los años sesenta grabaron tres discos como Las monjitas del jeep para recaudar fondos con destino a sus obras.El año pasado, las religiosas volvieron a ser portada, no ya de discos, sino de periódicos al ser evacuadas de Kigali, donde regentaban un hospital, durante el genocidio de Ruanda. Ahora han hecho su aportación para que el distrito de Carabanchel no pierda su memoria.
Exposición Carabanchel en el recuerdo. Hasta el próximo 7 de julio, en el Centro Cultural Juvenil de Oporto. Avenida de Oporto, 78, distrito de Carabanchel. De 9.30 a 14.00. Entrada gratuita.
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