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España pierde su plaza para Atlanta

Grecia, tras otro final confuso, estará por primera vez en los Juegos Olímpicos

Robert Álvarez

España perdió el billete para los Juegos Olímpicos de Atlanta cuando ya estaba en la escalerilla del avión. Se comportó el equipo español como un elegante viajero. Pero no pudo con las turbulencias consabidas de un final de trayecto que fue llevado por el equipo griego al territorio que más le gusta y conviene. Inyecta Grecia una dosis letal de confusión que lleva a finales como los vividos ayer. Es decir, a momentos críticos en los que su rival se desmorona, en que pierde el hilo. Eso fue lo que le ocurrió al equipo español que ahora tendrá que dirimir, a partir de mañana, una de las plazas de segundo escalafón, las que van del quinto al octavo puesto.Fue la del equipo español una actuación que rozó la brillantez durante fases del primer tiempo (31-29), correcta en el inicio del segundo (41-40) e incluso obstinada y orgullosa hasta el final (51-49, a seis minutos para el final). Pero quedó aplastada por la forma en que perdió el tino cuando los griegos lograron la propuesta que más les va: ofuscar a sus contrincantes en ataque y asestarle unas cuantas puñaladas, dígase triples de Cristodulu, que acaban por desvencijarle y le permiten explotar la solvencia de Fasulas cuando recibe el balón enganchado al aro.

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Perder la cara

Se fue desvaneciendo el equipo español y no fue capaz de mantener de cara un partido que le sobrepasó a medida que avanzaban los minutos y que acabó teniendo perdido con cierta claridad a cuatro minutos para el final (59-51). Aún pudo arañar España alguna opción especulando con los triples y parando el tiempo tanto como pudo, pero sólo durante unos muy fugaces segundos consiguió llevar la angustia a un público apasionado y que creó el miedo escénico de costumbre en Grecia. Los árbitros añadieron confusión al asunto pero también era algo sabido de antemano. No puede el equipo español contentarse con esa explicación ni tampoco, aunque también pesó lo suyo, con la ausencia de Orenga, lesionado.

Le faltó al equipo español la personalidad que se demuestra en los momentos extremos, de máxima exigencia. Dejó en evidencia que su potencial no es inferior al de Grecia, pero le faltó mayor impronta a su forma de juego. Desapareció Smith en la fase decisiva -no anotó un sólo punto y no pudo contener a Cristodulu-, Ferran evitó la solvencia de Fasulas en los instantes finales y Herreros se destapó ya muy tarde. Fallos puntuales. Pero tampoco sería justo individualizar la razón de la derrota sin referirse a una falta de recursos colectivos para superar los momentos más, comprometidos.

La selección puso el nombre, el verbo y el predicado al arranque del partido. Fue la suya una salida inmaculada. No perdió la compostura pese a una de esas faltas de ataque que nunca se pitan pero que sí se le castigó a He rreros. Su defensa fue impecable. Ferran le cerró la sombra del aro a Fasulas. Tuvo que buscar el pívot griego una mínima distancia. Era lo que pretendía el equipo español. Sólo sabe jugar el gigante griego amorrado al aro. Y sin embargo, los griegos se empeñaron en acarrear balones hasta Fasulas. No encontraron otra solución para desvanecer la niebla que cegó su puntería: sólo dos de sus primeros lanzamientos encontraron su objetivo. El ataque español, si no brillante, sí era muy académico y cerebral. Reyes se fajó con autoridad ante Economu. Ferran se buscó la vida. Bien es cierto que Herreros colaboró menos de lo esperado en ese periodo pero Smith le redimió con canastas ocasionales y un triple que exasperó ya al equipo griego: 4-15 (M. 7).

El marcador se puso a ritmo de acordeón (16-19 y 16-24). Sigalas puso de relieve su fama de excelente defensa y enquistó el ataque español tanto cuando marcó a Herreros como cuando lo hizo a Fernández. Y también entonces le encontró Cristodolu el truquillo al marcaje de Reyes. Se fue el jugador griego a lanzar desde más allá de la línea de 6,25 metros y le soltó un chorro a propulsión a la defensa española. Tres triples consecutivos dejaron en evidencia las dificultades de Reyes para seguirle y de sus compañeros, para resolver la papeleta. Fueron tres triples que cambiaron el discurso del partido y que pusieron por vez primera a Grecia por delante: 30-28 a un minuto del final. España, con Galilea y Martín, sacó petróleo de ese minuto de nuevo gracias a su academicismo: 30-33.

Pero el rumbo de los acontecimientos ya había cambiado. Grecia ya había logrado llevar el partido donde quería. Un marcador igualado o favorable aunque fuera por escaso margen (del 30-35 se pasó al 38-35). Eran las bases sobre la que se iba a edificar su victoria y su clasificación olímpica, por vez primera en su historia. Y España, fuera.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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