La veteranía es un grado
Los hombres curtidos. En partidos de esta clase, cuando la importancia del resultado y sus consecuencias resultan capitales, es el momento de los hombres curtidos. A Grecia, un equipo limitado, lejos de aquel mítico conjunto que hace ocho años enloqueció a su país con el título continental, le salvó precisamente dos de los supervivientes de aquella cita: Fassoulas y Christodoulu. Este joven y prometedor equipo español careció de la sabiduría colectiva que dan los años y las batallas juntos. Por poner un, ejemplo, no tuvo la tranquilidad suficiente para elegir con frialdad la defensa ideal sobre Fassoulas, que no era desde luego por delante ni en tres cuartos, sino por detrás.
Pecados. El más importante, dejar que Grecia encontrase su norte en los dos jugadores estelares ya nombrados, y no poder-saber cortar la hemorragia una vez que se produjo. A Fassoulas se le tuvo con tres faltas personales todo el segundo tiempo, pero cuando más se necesitaba el juego debajo del aro, los pívots Ferrán y Martín estuvieron demasiado alejados de él. España fue inmune a las decisiones arbítrales hasta mediada la segunda parte. El durísimo marcaje a Herreros provocó grandes protestas que al final se volvieron aún más en contra, pues causó el descentramiento español en un momento clave.
La última jugada. Los jugadores españoles se. equivocaron en la última jugada. Galilea logró un triple escalofriante que colocaba a tiro de tres puntos el empate y la prórroga. Con 33 segundos que restaban, no se podía esperar a que Grecia consumiese su posesión, pues el tiempo que dejaban era mínimo y con el agravante que había que clavarla desde detrás de la línea. Se debió cometer falta personal, a poder ser sobre el jugador menos acertado en la línea de tiros libres, por ejemplo, Fassoulas. Éstas son las cosas que casi nunca se tienen en cuenta.
Alfonso Reyes. El futuro que quiere el baloncesto españoles el que está representando Alfonso Reyes. Su parecido físico con Fernando Martín no se queda ahí. Reyes es un hombre sin miedo, como demostró sobradamente en un partido tan complicado como el de ayer. A pesar de su desventaja de altura con respecto a los demás pívots, se faja como el que más, pide el balón como lo hacía Fernando, sus manos son de hierro, posee buenos movimientos de espaldas a canasta, y no duda en emplear la fiereza si es necesario. No estaremos en Atlanta, pero viendo jugar a Alfonso Reyes, hay que mantener la esperanza.
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