Todos son inexpertos
La hierba es una gran desconocida para los jugadores, que encuentran en el saque la marca diferencial
Las estadísticas les delatan: no hay jugadores expertos en pistas de hierba. Es imposible que en medio centenar de encuentros sobre una superficie pueda hablarse de experiencia, de conocimiento, de sabiduría. En el circuito actual hay muy pocos jugadores que alcancen los 100 partidos sobre el verde y cuidado césped de instalaciones que ya son consideradas privilegiadas. Las grandes estrellas actuales juegan poco en hierba por la simple razón de que cada vez hay menos torneos y menos instalaciones equipadas con este elemento. Por tanto, más que la experiencia, lo que marca las diferencias entre unos y otros es el servicio, el juego de red y el resto.Los apostadores británicos constituyen el mejor baremo para descubrir a los grandes favoritos del torneo de Wimbledon. En esta edición, las apuestas se inclinan con claridad por los norteamericanos Pete Sampras (10 contra 11) y Andre Agassi (11 contra 2), segundo y primer jugadores mundiales. Y también destacan al alemán Boris Becker (6 contra l). En el torneo femenino, sigue habiendo una sola favorita, la alemana Steffi Graf (8 contra 15), a pesar (le que la campeona vigente es la española Conchita Martínez.
Sin embargo, sólo uno de los jugadores antes citados supera los 100 partidos disputados sobre hierba. A Boris Becker le ha costado 11 temporadas situarse por encima de la. mítica cifra de los 100. Él tiene argumentos que los demás no poseen. Él conoce algo mejor este peculiar elemento y puede redondear su juego con algunos truquillos que haya experimentado a lo largo de los años, en sus estancias británicas y australianas. Además, el alemán puede alardear de ser el jugador en activo con más títulos en este tipo de pistas: seis.
Tanto Sampras, como la misma Graf no alcanzan esas cifras. Sampras tiene cuatro títulos y ha disputado 54 encuentros en hierba. La número uno mundial adorna su palmarés con 5 coronas vegetales y 69 encuentros. Y Andre Agassi queda más lejos: 1 título (Wimbledon 1992) y sólo 23 encuentros.
Naturalmente, los jugadores con más experiencia en hierba son aquellos que están ya al final de sus carreras. Lori McNeil o Zina Garrison, por ejemplo, dos tenistas que el año pasado todavía brillaron en Wimbledon. Entre las dos atesoran 392 partidos. Ellas y Helena Sukova (162) son las que más se han prodigado. Entre los chicos destaca la aportación de Stefan Edberg (116), Pat Cash (138) y Wally Masur (171). Todos ellos alargaron sus sumas gracias al Open de Australia y sus torneos satélites, que se disputaron en hierba hasta 1987, antes de que incorporaran el Rebound Ace.
Todas esas no son cifras significativas en el entorno de sus carreras. Graf, por ejemplo, ha disputado unos 1.000 partidos y de ellos casi 300 en tierra batida. Otro caso: el español Alberto Berasategui jugó, en 1994, 78 partidos en tierra batida, su superficie predilecta. A eso sí puede llamársele especialización.
Pero a lo que los actuales jugadores del circuito hacen en la hierba, no. Para lo único que puede servirles su bagaje es para certificar en más ocasiones que en Wimbledon cuantas menos veces la bola toque el suelo, mejor. Ahí está la base del juego al que deberán habituarse durante dos semanas: un buen saque y si hay resto, una volea o un smash definitivo. Y en ese apartado sí que hay expertos.
Ahí, hombres como Goran Ivanisevic, con un servicio que llega a alcanzar los 211 kilómetros a la hora; Michael Stich, cuya bola vuela a 214; Becker, que alcanza los 210,8; Richard Krajicek, Sampras o Guy Forget, todos ellos sacando a más de 200 kilómetros a la hora, son jugadores realmente peligrosos. Ivanisevic conectó en 1994 un total de 1.169 aces. Y alrededor de 300 de ellos le permitieron llegar a la final de Wimbledon, con mucho menos desgaste que otros jugadores. Esta temporada, Ivanisevic sigue siendo el tenista más peligroso con su saque -392 aces-, seguido curiosamente por el canadiense Greg Rusedski -382-, el hombre que sirve más rápido (220 km / h), pero que hasta ahora sólo ha ganado un partido en Wimbledon en dos participaciones.
Este último caso demuestra que ser el mejor sacador no basta. Hacen falta más cosas. Y la mayoría de ellas deben surgir de la calidad técnica, de la imaginación, de una mentalización hermética al desaliento, y de los pequeños detalles. En todo eso la experiencia sí puede ayudar.
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