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El rayo de Júpiter

Las negociaciones partidistas para repartirse el poder de los ayuntamientos allí donde nadie haya obtenido mayoría absoluta pueden saldarse de distintas maneras. Si los recursos están desigualmente repartidos, el fuerte se queda con la parte del león; en 1983 la gran victoria del PSOE y los modestos resultados del PCE produjeron ese poco equitativo resultado. Otras veces los negociadores endosan a un tercero los costes del acuerdo; así, socialistas y comunistas firmaron en 1979 su pacto municipal sobre las espaIdas de UCI). Pero el 28-M ha estrenado una modalidad suicida: el desencuentro entre el PSOE e IU acaba de entregar buen número de ayuntamientos al PP como consecuencia del automatismo legal que otorga la alcaldía a la lista más votada cuando los restantes partidos no se ponen de acuerdo para formar una mayoría absoluta alternativa. Las responsabilidades de ese sonoro fracaso de la izquierda no se distribuyen por igual: la dirección de IU ha hecho todo lo posible para hacer naufragar el acuerdo con el PSOE. Anguita anunció como condición previa para cualquier pacto presente o futuro con los socialistas la convocatoria de un referéndum para desvincular a España del Tratado de Maastricht, la derogación de la reforma del mercado laboral aprobada por el Parlamento a comienzos de 1994 y la anulación de los pactos autonómicos suscritos por el PSOE y el PP en 1992 y votados posteriormente por las Cámaras. La incongruencia de subordinar la firma de unos acuerdos municipales o autonómicos a un previo entendimiento sobre materias nacionales o europeas no es el único punto débil de esa marmórea actitud, tan alejada de los usos negociadores de la cultura democrática: la hipotética aceptación de esas tres exigencias significaría además la rendición incondicional de la, mayoría parlamentaria (mas de 300 diputados respaldados por el 70% del electorado) ante una minoría (formada por 18 diputados y respaldada por el 10% de los votantes).

La dirección de IU se negó también. a establecer acuerdos regionales con el PSOE (en Andalucía, por ejemplo) o a pactar en el ámbito municipal un principio de reciprocidad que permitiese a los concejales socialistas y de IU juntar esfuerzos para apoyarla lista más votada de la izquierda frente a la mayoría relativa del PP en algunos ayuntamientos (la fórmula hubiese dado la alcaldía de Málaga a IU y la de Huelva al PSOE). Los portavoces de la coalición, prisioneros de sus metáforas, condenan la perversidad congénita de ese intercambio de cromos o de poltronas con los socialistas: sin embargo, el PCE o IU aceptaron, con gusto esa fórmula en las convocatorias anteriores. La dispensa concedida a regañadientes por Anguita a las bases para suscribir pactos locales con el PSOE ha permitido a IU practicar esa nefanda coyunda con los socialistas en toda Cataluña y en otros municipios del resto de España.

La inmolación del poder local en el altar de la pureza doctrinaria reforzará la desertización humana de IU, carente de un amplio plantel de dirigentes experimentados y prestigiosos; las artificiosas trabas puestas a los candidatos de la coalición para ser alcaldes de ciudades importantes tal vez respondan al oscuro deseo de Anguita de continuar siendo el gallo solitario de un corral diezmado por las purgas y el aislamiento. Durante la campaña electoral, Anguita pidió a los ciudadanos que le entregasen con sus votos el rayo de Júpiter necesario para adelantar al PSOE en las urnas. El dios del cielo y de la luz no sólo gobierna la lluvia, el trueno y el relámpago; en tanto que Júpiter Stator, una advocación nacida del agradecimiento de Rómulo por haber ganado una difícil batalla contra los sabinos, también es el protector de las victorias. Pero los cielos no escucharon el 28-M las súplicas de Anguita; para colmo, la cerrazón de IU en las negociaciones poselectorales ha lanzado el rayo de Júpiter sobre la repeinada testa de Antonio Romero para privarle de la alcaldía de Málaga.

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