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LA CRISIS DE LAS ESCUCHAS

El general Manglano comparece como denunciado ante el fiscal de Madrid por las escuchas del Cesid

El escándalo de las escuchas ilegales del Cesid llevó ayer a sus protagonistas militares ante la justicia. Un fiscal civil interrogó al dimitido director de los servicios secretos, teniente general Emilio Alonso Manglano. En calidad de denunciado, Manglano declaró durante cuatro horas, de cinco a nueve de la tarde, ante el fiscal jefe de Madrid, Mariano Fernández Beriñejo, dentro de las diligencias abiertas por orden del fiscal del Estado, Carlos Granados. Su ex subordinado el coronel Juan Alberto Perote fue conducido a presencia del juez militar Jesús Palomino Yébenes, que decidió abrir sumario por revelación de secreto. En las 10 horas que permaneció en el Juzgado Central Militar declararon como testigos dos responsables del Cesid.

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Juan Alberto Perote fue devuelto a las diez de la noche a la prisión de Alcalá de Henares (Madrid), en donde había sido internado el pasado domingo de madrugada. El coronel continúa en situación de detenido, ya que está dentro del plazo legal de 72 horas que termina a las tres de la próxima madrugada, El juez militar le tomará hoy declaración y decidirá sobre puesta en libertad o su ingreso en prisión, lo que parece más probable.El general Manglano permaneció cuatro horas prestando declaración ante el fiscal jefe de de la Audiencia de Madrid, Mariano Fernández Bermejo, que lo había citado el pasado miércoles como denunciado en las diligencias abiertas. El fiscal general del Estado, Carlos Granados, solicitó que se investigara la interceptación y grabación ilegal de conversaciones. En la citación se pedía a Manglano que acudiera a la declaración con su abogado, pero el general compareció sin asistencia letrada.

Fuentes de la Fiscalía de Madrid señalaron a este periódico que la declaración de Manglano fue "exhaustiva" y el militar aportó documentación que avala la denuncia presentada el sábado contra el coronel Perote ante el juzgado militar y que provocó la detención del ex miembro del Cesid. Las mismas fuentes señalaron que Manglano sólo aportó documentación escrita, sin que entregara ningún disquete informático.

Manglano abandonó el edificio de la Audiencia, en la madrileña calle de Cartagena, pasadas las nueve de la noche -había llegado sobre las cinco de la tarde-, en un Peugeot y rodeado por un importante dispositivo policial. El fiscal no adoptó medidas cautelares por estimar que no es necesario en este momento.

Leyendo periódicos

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Por su parte, el coronel Perote permaneció leyendo periódicos desde las doce menos diez de la mañana hasta las diez de la noche en la Sala de Juntas del Juzgado Togado Central Militar, según explicó su abogado, Jesús Santaella. Mientras, algo más incómodos, decenas de periodistas pasaron el día en la calle, ya que no se les permitió acceder al edificio. Durante este tiempo, el juez militar interrogó a dos testigos relacionados con el caso, presumiblemente el coronel Manuel López Fernández y el teniente coronel del Aire Rafael Rubio Luengo.El primero sucedió a Perote en la jefatura de la Agrupación Operativa del Cesid y advirtió la falta de 1.200 microfichas y numerosos documentos que supuestamente se habría llevado su antecesor. El segundo fue comisionado por el servicio secreto para requerir a Perote que devolviera la documentación que se había llevado de La Casa, al abandonarla en noviembre 1991. Efectivamente, así lo hizo, aunque el Cesid cree que Perote sacó copia de los documentos.

El abogado del coronel, Jesús Santaella, se mostraba anoche "enormemente satisfecho" de las declaraciones de los dos testigos. En su opinión, son "extraordinariamente importantes".

Al ser preguntado por los periodistas si piensa solicitar que el sumario pase a la justicia civil, Santaella se limitó a decir que no puede adelantar la estrategia que piensa desarrollar.

La salida de Perote del juzgado fue tumultuosa. Pequeños grupos de personas le espetaban: "Traidor, chantajista". Los periodistas se vieron literalmente arrollados por la furgoneta que trasladó al coronel de vuelta a prisión. Un cámara llegó incluso a rodar por el suelo. El abogado acabó huyendo a la carrera de la persecución de la prensa.

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