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LA DESPEDIDA DE UNA LEYENDA

Adiós, Buitre

El Madrid cerró la carrera de Butragueño en el equipo con un homenaje multitudinario

Santiago Segurola

Todavía está rematado por una cabecita poliédrica cuyo punto de fuga es una nariz triangular, como dijo el periodista Julio César Iglesias en aquel relato prodigioso que entronizó a la quinta y su leyenda. Es una testa extrañamente juvenil que se resiste a los rigores de la edad y que nos devuelve la esperanza de ver otra vez al futbolista adolescente, a un jugador eternamente joven, tan vinculado a la felicidad de los goles como al mito de Fausto. O al menos, eso creímos todos, convencidos de la indulgencia del tiempo con Emilio Butragueño y, por lo tanto, con todos nosotros. Por eso nos sorprende y nos desalienta la retirada de este jugador del Real Madrid. El buitre, nuestra esperanza de perpetua juventud, jugó su último partido en Chamartín y, de repente, todos sentimos que una época ha pasado, que estamos al borde del siglo XXI y que somos irremediablemente más viejos.La nostalgia presidió su despedida. Alrededor de Butragueño se reunieron sus viejos entrenadores y varios de los viejos compañeros. Allí estaba el mexicano Hugo Sánchez, con el aire amenazante de siempre, cargado de gol hasta las cejas. Y también se acercó Gordillo, el futbolista irrefranable, uno de los jugadores mejores y más característicos que ha dado la historia del fútbol español.

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Sólo se echó en falta la presencia del gran Michel en la banda derecha para renovar la vieja sociedad con Butragueño, esa conexión de juego, goles y sorpresas que llenó de asombró Chamartín durante un decenio y que cambió la perspectiva del fútbol en España.

La devolución del pasado fue recibida con entusiasmo y alguna lágrima en el campo del Santiago Berdabéu. Se celebraba la despedida de un héroe del madridismo, un héroe singular, sostenido durante su carrera por el único valor de su talento asombroso. Donde no le llegaba el físico, donde no alcanzaba su velocidad, aparecía su intuición incontrolable, la capacidad única para pilotar aventuras inesperadas en el área, el lugar donde Butragueño emergió como uno de los mejores delanteros del mundo.

Lo hizo con un cuerpo menudo, con una estatura no demasiado estirada y con unas ideas veloces, tan rápidas en ocasiones que a veces parecían sorprender al mismo Butragueño. Su manera de entender el juego, de desafiar las convenciones sobre su físico menudo, de encontrar soluciones a las ecuaciones más díficiles, cambiaron la perspectica del fútbol en España. Por eso resultó gratificante su aparición y por eso quedará siempre en la memoria de los aficionados.

Recuerdos

Como el talento es indestructible, los años y las carencias físicas han acelerado el final de Butragueño. Se ha resistido razonablemente a abandonar el juego, pero incluso en este aspecto ha tenido intuición para escoger el momento oportuno de la despedida. Es difícil pensar que Butragueño pueda soportar las exigencias actuales del fútbol. Sin embargo, la clase y categoría permanecen y así se observó en su último partido.Todavía tuvo tiempo el buitre para recordarnos que el fútbol es un juego de velocidad, y de pausa. En realidad, ningún jugador ha sacado tanto partido a las pausas como Butragueño, el gran hipnotizador. Ahora que tantos abogan por el fútbol desenfrenado, casi irrespirable por tanto aceleración, conviene mantener el recuerdo de Butragueño, siempre interesado en escoger los momentos para correr y para detenerse. Y cuando se detenía, planteaba problemas irresolubles para los defensas, acostumbrados a manejarse con delanteros que corren y no eligen. Esa ha sido la máxima cualidad de Butragueño: elegir y equivocar a los defensas.

En su homenaje, dejó por aquí y por allá muestras de su ingenio. Le permitió además cerrar su carrera con un gol de penalti que fue celebrado con estrépito por la hinchada, un corolario espléndido para su gran noche. El partido le dio los espacios precisos y la velocidad apropiada para ejercer de Butragueño. Por eso no resultó extraño que los tres goles surgieran de su habilidad como pasador.

Fueron tres jugadas que nos remitieron al buitre de siempre, un jugador que resolvía con extraordinaria sencillez las situaciones más, complicadas y comprometidas en el mismo lugar donde se apaga la luz para la mayoría de los delanteros. En ese lugar, en el área y su frontera, Butragueño siempre ha tenido los faros encendidos.

Los tres pases de los primeros goles de la emotiva fiesta llevaron la marca y la señal de Butragueño y muy especialmente la pared inmaculada protagonizada con Alkorta, un recuerdo de los buenos tiempos, cuando el buitre mejoraba cualquier jugada con un toque sencillo o sorprendente, según le conviniera al ingenio de un futbolista que quedará para siempre en el panteón de los grandes maestros del fútbol español.

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