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Aspirina, culpable

El público esperó en vano en la Casa de Campo la celebración de as pruebas deportivas benéficas

Vicente González Olaya

José Ángel Garrido y Jorge Rodríguez, montañeros de 30 años, querían llevar aspirinas al Himalaya. Para ello, organizaron ayer en el lago de la Casa de Campo varias pruebas deportivas con las que recaudar dinero para levantar allí un pequeño centro sanitario. Sin embargo, y a la vista de los resultados de las pruebas, a los himalayos les seguirá doliendo la cabeza algún tiempo más.Las intenciones eran buenas. Garrido y Rodríguez son dos buenas personas llenas de ilusiones. En una de sus escaladas a las montañas nepalíes, se dieron cuenta de que la extrema pobreza de sus habitantes les impide acceder a los más mínimos servicios sanitarios. Por ejemplo en el pequeño pueblo de Namche Bazar (Nepal) -lugar donde piensan levantar el hospital- la aspirina es un auténtico lujo. Ayer intentaron recaudar dinero para esta obra...

A las 11.30, estaba previsto el "bautismo aéreo de los más pequeños", indicaba el programa. A las 12.00, José Domínguez, propietario del globo, recogía los bártulos. "Hay térmicas [viento racheadol y no me atrevo a subir con los niños", indicaba. El público congregado -dos centenares de personas- se resignó. "Podía dejarlo montado un ratito para que suban los peques aunque no vuele", comentaba un padre de familia rodeado de pequeños defraudados.Peticiones a los bomberos

A esa misma hora también estaba previsto el paseo en zodiac por el estanque. "No han venido las barcas. No sé qué ha pasado", decía uno de los organizadores., Los responsables pidieron entonces al equipo de buceadores de los bomberos, que se encontraba en el lugar para intervenir en caso de accidente, que paseasen a los niños en sus barcas. También les comentaron que les cobrasen a cada uno 500 pesetas por el paseo. Ese dinero sería destinado a la construcción del hospital. Los bomberos se negaron. "Hemos venido aquí a ayudar y no a prestar nuestras zodiac a esta desorganización. Además, ¿cómo vamos a cobrar a los niños?", respondieron. Santiago, el responsable de los bomberos, añadió: "Las cosas no se hacen así. Estamos dispuestos a pasear a los niños, pero, como el horario previsto ya no se cumple, a lo mejor tenemos que dejar a muchos en tierra. Los bomberos no actuamos así".

Unos minutos después los incrédulos espectadores miraban al cielo. Se suponía que iba. a comenzar una exhibición de: aeromodelismo. Sólo atravesaron el cielo algunos pájaros y moscas.

En torno al mediodía, acudió Santiago Estrada, supervisor municipal de actos vario pintos, como el de ayer. Miró a su alrededor y no vió ninguna de las actividades programadas. Se marchó farfullando algunas excusas.

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A las 12.30, se produjo la hecatombe. José Luis Teijeiro, el paracaidista que a esa hora iba a saltar desde un helicóptero, llegó andando. "Estoy hundido", dijo. "No puedo saltar porque falta un permiso de Aviación Civil. A alguien se le olvidó pedirlo. ¡Qué cosa más rara", dijo con una sonrisa.

De la exhibición de motos de agua, los asistentes sólo tuvieron referencia por los programas. "Perdone, ¿cuándo empieza lo de las motos?, preguntaba el público. "Esperen un poco, enseguida llegarán", les respondían los organizadores mirando al horizonte.

En tomo a la una y media apareció un helicóptero. Garrido y Rodríguez descendieron por una cuerda. La maniobra fue espectacular. La única pena es que el público, harto, ya se había marchado.

Atrás quedaron también varios barquitos teledirigidos flotando. Sus propietarios comentaron resignados: "Nos piden que participemos y ahora resulta que no tienen permiso para que naveguemos aquí. Como venga un policía y nos multe, se va a armar la marimorena".

Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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