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Un millar de personas protesta por la violencia fascista

Antonio Jiménez Barca

Las cerca de mil personas convocadas por la Coordinadora Antifascista de Madrid, que ayer se manifestaron en contra de la violencia de ultraderecha, arrancaron la marcha con el grito "Susana, Ricardo: nosotros no olvidamos". Susana es Susana Ruiz, de 16 años, asesinada, según la reciente confesión de un rapado, por un grupo neonazi; Ricardo es Ricardo Rodríguez, de 20 años, apuñalado el pasado domingo 21 de mayo en Costa Polvoranca (Alcorcón) por un miembro de la organización ultraderechista Bases Autónomas. La manifestación comenzó a las 12 de la mañana en la glorieta de Bilbao y terminó en la plaza de de Tirso de Molina casi una hora después. En la primera pancarta se leía: "Aplastemos el fascismo"

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Un pequeño grupo de manifestantes apedreó una sede 'ultra'

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La manifestación discurrió pacíficamente hasta llegar al número 41 de la calle de Fuencarral. Allí se encuentra un local que alberga varias agrupaciones de extrema derecha, en alguna de las cuales milita el ultra Ricardo Sáenz de Ynestrillas. Un pequeño grupo de, manifestantes la emprendió a pedradas contra las ventanas del local, situado en un tercer piso.

Consignas como "vosotros, fascistas, sois los terroristas" o simplemente "hijos de puta", arreciaron debajo del local ultra. Algunos de los organizadores se situaron debajo de la sede ultraderechista y conminaron a sus compañeros a dejar de apedrear el local. En pleno tumulto, salió una señora al balcón de un hotel contiguo al de las asociaciones fascistas. La mujer, que no sabía de qué iba el asunto, saludó con la mano a los manifestantes y sonrió. Entre el gesto de la señora y la actuación pacificadora de algunos de los organizadores, la situación se tranquilizó y prosiguió la marcha.

Durante la manifestación, algunos de los asistentes lucían cabezas rapadas, se tapaban la cara con un pañuelo y no paraban de insultar a los fotógrafos de prensa o a los cámaras de televisión. Representaron la facción más violenta de la marcha que, además, estaba integrada, entre otros, por estudiantes universitarios antifascistas o jóvenes de Moratalaz hartos de las agresiones de una banda de tres cabezas rapadas -detenidos el sábado- que tenían aterrorizados a algunos institutos de este barrio.Asistentes jóvenes

La mayor parte de los asistentes a la marcha no superaba los 30 años. La manifestación dejó atrás la calle de Fuencarral coreando frases como: "No son tribus, son fáscistas", "contra el fascismo y su violencia, ahora y siempre, resistencia", "El Estado señala, los nazis apuñalan", "España, mañana, será republicana".

En la calle de la Montera, un pequeño grupo de rapados de izquierda (conocidos como red skins) creyeron ver a un neonazi. Al momento salieron corriendo a por él. Al final, resultó que el presunto ultra era un manifestante, pero la confusión le acarreó un buen susto y hasta algún golpe. También en esta calle, una prostituta, que se estaba apoyada en el escaparate de una zapatería, gritó al paso de la manifestación: "Viva la anarquía, hombre".

Manuel Fernández, del sindicato Solidaridad Obrera, una de las organizaciones participantes, señaló: "Estamos, evidentemente, protestando por la última ola de agresiones fascistas, pero también por el fascismo institucional. Esto es, los contratos basura, la ley Corcuera, la represión a la insumisión, etcétera".

"De hecho", continuó Fernández, "yo he sido elegido portavoz de la manifestación porque la mayoría de los asistentes están contratados eventualmente y tienen miedo a hablar y a salir por la radio o por la televisión".

La marcha, que discurrió por la calle de Fuencarral, la Puerta del Sol y la calle de Carretas, terminó a las 13.00 en la plaza de Tirso de Molina, donde se habían instalado tenderetes de libros de política y de bisutería. En la plaza, un grupo de manifestantes quemó una bandera de España.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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