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A mí simplemente me gusta bailar, y creo que eso se nota"

Tan sólo cinco apariciones en papeles secundarios en la temporada primaveral de la Ópera Metropolitana de Nueva York han valido al bailarín español de 19 años Ángel Corella un reconocimiento fulminante en los medios de esta ciudad. Formado en la compañía de Víctor Ullate, Corella ganó el año pasado la medalla de oro júnior en el Concurso de Danza de París. El bailarín declara, tras el éxito de sus actuaciones en el Metropolitan de Nueva York, que "simplemente me gusta bailar, y creo que eso se nota".El inicio de su ascenso a la categoría de figura internacional de ballet se puso en marcha el lunes con su aparición como bailarín principal en Tema y variaciones, de George Balanchine, con el American Ballet Theatre (ABT), de Nueva York. La ovación que cerró el espectáculo obligó al bailarín madrileño a reaparecer tres veces para corresponder al público. Corella, que actuó con el teatro lleno al efectuarse un cambio en el programa y situarse Tema y variaciones en el tercer y último lugar, vuelve a subir al escenario del ABT en esta semana con los ballets Romeo y Julieta y Don Quijote y en tres galas la próxima semana.

La definición es del experto del diario New York Post Clive Barnes, que habla de él como un "bailarín del destino" y el atractivo "más sensacional" de la representación de La Bayadere. The New York Times afirma que su "capacidad de transformar la ejecución en sensación " le coloca a la cabeza de una renovación generacional.

Sucesión de casualidades

Ángel Corella, nacido en Colmenar Viejo (Madrid), dice que, tras la sucesión de casualidades que le hicieron persistir en su afición a la danza y después de haber estado a punto de abandonarla en varias ocasiones, "todo está ocurriendo muy deprisa y casi no me da tiempo a reaccionar"."La fama no es algo que ansío", comenta Corella, a quien sus propios compañeros aplauden en los ensayos, y explica que ,"aquí el tono general es un poco blando, y yo cada vez que salgo al escenario se nota que doy todo lo que tengo".

A los ocho años, Corella acompañó a sus hermanas a clases de danza y recuerda que llamó la atención de la profesora porque se puso a "hacer el tonto después de las clases". Esas tonterías le valieron una beca para ingresar en la escuela de Víctor Ullate a los 16 años.Pero Corella es muy crítico con el papel al que estaba relegado en esa compañía, asignado a papeles de "último de la fila".

"Como no hacía nada en la compañía, prefería no hacer nada en casa", recuerda. Pero la determinación de su madre le llevó a las manos del empresario y representante artístico Ricardo Cué (en una época vinculado al desaparecido Ballet Nacional Clásico en calidad de ayudante de dirección), que le propuso hacer una prueba para una compañía o bien presentarse a un concurso. Esta segunda opción le llevó a ganar la medalla de oro en categoría júnior del Concurso Internacional de Danza de París en 1994.

Una de las jueces del concurso, la rusa Natalia Makarova, le recomendó entonces entrevistarse con el director del American Ballet Theater, Kevin McKenzie, y el resto es una historia que se está escribiendo ahora mismo.

"En España no existe el ballet clásico", se lamenta Corella. "Me hace mucha gracia cuando Nacho Duato o Víctor Ullate dicen que el ballet clásico está pasado de moda. Yo, cuando empecé era porque me gustaba El lago de los cisnes, El corsario, El Quijote, no creo que nadie empiece por una afición al neoclásico".

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