Beber en la calle
Existe un bar diminuto, en los aledaños de la plaza de toros de Las Ventas, que se convierte con motivo de la Feria de San Isidro en lugar de reunión y tertulia de muchos aficionados. Debido a su tamaño, los clientes de la tabernucha se ven obligados a permanecer en la calle con la caña de cerveza en una mano y la ración de oreja en la otra.A pesar de lo incómodo y grotesco de la situación, el caso es que, año tras año y feria tras feria (incluida la de otoño), el gentío se agolpa a la puerta del bar con la intención de calmar su sed y discutir pormenores de la corrida de toros.
Recientemente ha estallado la polémica en el ámbito político sobre la conveniencia o no de prohibir el consumo de bebidas alcohólicas en la calle. Lo cierto es que los altercados callejeros, el alcoholismo juvenil y los ruidos molestos son los motivos por los cuales se decide poner en marcha medidas restrictivas. El caso es que los vecinos de determinadas zonas se convierten en víctimas de la irresponsabilidad y la escasa educación de aquellos que convierten la calle en un estercolero y en una algarabía a horas intempestivas. Desde este punto de vista, es lógico que los ayuntamientos decidan poner fin a estos excesos que tan graves perjuicios están ocasionando.
Sin embargo, con estas medidas generalizadoras también estamos condenando a morir a esos improvisados focos de reunión, como el antes mencionado, que transforman una calle en lugar de animada y fructífera tertulia aprovechando la cálida temperatura primaveral. El consumo de la caña o del vinito se convierte, en este caso, en una disculpa para provocar la reunión de los compañeros de tendido o de andanada.
Sería una pena que la natural tendencia de los ciudadanos a reunirse en la calle desapareciera por culpa de la conducta poco cívica e irresponsable de determinados sujetos, que no saben beber moderadamente.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.