La transición victoriosa
Incluso sus amigos le previnieron. La tentación era darle el pésame. Acababan de ofrecer a Valdano la dirección del Madrid y el Paisaje era catastrófico. El club estaba sometido a una brutal estrechez económica y el equipo soportaba todos los lastres posibles: el envejecimiento, la pérdida de identidad, la tentación fatalista y la concesión de la bandera futbolística al Barcelona. Le dijeron que la transición era improbable y el título imposible. Y también le dijeron que podía equivocar su carrera en un equipo comatoso.Valdano lo vio de otra manera. Enfrente tenía un reto. Quería conquistar la Liga contra pronóstico, sin aceptar los rigores de la transición, porque la urgencia del Madrid impedía un año de reconstrucción sin el título de la Liga. Valdano desoyó a los pesimistas y cargó con el peso que le exigía la historia del club.
El triunfo del Madrid ha sido el resultado de un mensaje diáfano, del aprovechamiento máximo de los jugadores y de la voluntad optimista de un técnico que se ha negado a aceptar la fatalidad que merodeaba sobre el equipo. El título sirve además para desanimar a los utilitaristas, esa especie rapaz que se agarra a los resultados y llena al fútbol de miseria. Le convino al fútbol español la gran época del Barca y le conviene la victoria de otro equipo comprometido con el buen juego. Nuevamente (es la 11ª vez consecutiva) ha conquistado el título el equipo más goleador, un dato que sirve como vacuna contra los apóstoles de la defensa y de la especulación. Y también contra los tendenciosos que informaron de las supuestas carencias en las ideas de Valdano: el fútbol epidérmico y la debilidad defensiva.
Con toda su vocacion por el juego de ataque, el Madrid es el segundo equipo menos goleado. La razón se esconde bajo la estabilidad del sistema defensivo y la extraordinaria calidad de futbolistas como Quique, Hierro y Sanchis. En este apartado, Valdano tiene un mérito que sirve para calificar a los buenos entrenadores: prácticamente todos sus jugadores han elevado su nivel de prestaciones, en algunos casos de forma espectacular.
Pero el celofán del título no es suficiente para ocultar las zonas blandas de un equipo que se debate entre los rigores de la transición y las exigencia del futuro. El Madrid ha jugado por encima de sus límites, en un ejercicio admirable de voluntad, pero es notorio que le falta el vuelo de los grandes equipos. En estos momentos no parece en condiciones de atacar la Copa de Europa, la asignatura pendiente del madridismo durante las tres últimas décadas.
El paso de la transición a la seguridad sólo será posible con la llegada de futbolistas de primera línea. Cualquier ejercicio de autocomplacencia por parte de Mendoza y su directiva será muy peligroso para el próximo futuro del Madrid. Valdano ha salvado con éxito una transición muy delicada, pero el equipo no ofrece el margen de seguridad suficiente para presentarse con garantías en la próxima temporada. Ahora llega la hora del apoyo institucional al entrenador, el momento de zambullirse en el mercado para tapar los agujeros que aparecen en una plantilla que padece fugas y carencias. En estos días, la economía y la audacia tendrán la palabra en el Madrid.
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