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Tribuna
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La inflación que amenaza

El Banco de España se ha decidido finalmente a elevar el precio del dinero en 0,75 puntos, para así reforzar las defensas contra la inflación. La subida es poca y debería haber sido de un punto porcentual. La timidez de nuestra autoridad monetaria se debe a su miedo de detener la reactivación de la economía española con el encarecimiento del crédito. Pero no es ésa cuestión de la que deba ocuparse el Banco: el crecimiento debe traerlo el Gobierno con la amortización del déficit público, y con el saneamiento y liberación de nuestro aparato productivo. La obligación del Banco es primordialmente la de conseguir que nuestra peseta mantenga su valor interno y externo.El índice de precios del coste de la vida no está inflándose solamente por la repercusión del aumento del tipo del Impuesto sobre el Valor Añadido, de principios de 1995. Los precios al consumo aceleran su subida por efecto retrasado de tres devaluaciones de la peseta en otros tantos años; por el encarecimiento de las materias primas en, los mercados mundiales y de los alimentos en el desecado campo español; y por el elevado grado de monopolio de la economía española. El Banco debería dejar más claro que no piensa compensar con el crédito fácil los efectos constrictores de esos tres fenómenos: dos de ellos, la devaluación y los precios de materias primas, transitorios, pero el tercero, lo rígido de nuestro sistema productivo, permanente al menos desde tiempos de los. Reyes Católicos.

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El Banco de España había ido reduciendo los tipos de los llamados CEBES, unos títulos cuyo objeto es aumentar o reducir la liquidez de bancos y cajas de ahorro, desde noviembre de 1992: el tipo de regulación monetaria se había elevado al 13,75, con el fin entre otros de intentar mantener el atractivo de la peseta y evitar la segunda devaluación de la peseta, que de todas formas ocurrió. Desde ese mes el Banco fue bajando los tipos. No es lo que mandan los libros hacer cuando la moneda se devalúa, pues son obligadas "medidas de acompañamiento", que corrigen las causas que hicieron que la moneda mordiera el polvo. Ausentes tales medidas, la peseta se devaluó por tercera vez en mayo del 93, pese a lo cual el Banco siguió bajando los tipos, hasta alcanzar el 7,35 en agosto del 94. Sólo en enero de este año comenzó la subida. Ahora estamos en 9,25.

Entre tanto, las señales de que la inhalación se reaviva empezaron a menudear. En el momento presente, los precios al por mayor crecen a una tasa del 7,1%. El índice de Precios al Consumo aumentó en abril un 0,5 sobre el mes anterior y un 5,2 sobre el mismo mes del año 94. Ese 0,5 es preocupante, sobre todo ala vista de que el año pasado las subidas mensuales se encontraban en un entorno del 0,1 /0,2%.

También en las décadas de los 70 y 80 se culpaba a los precios del petróleo y el IVA de la inflación. El que una subida del nivel de precios se deba a una causa exógena no excusa al banco emisor de medidas de contención. En aquel entonces, con gobiernos débiles o entregados a difíciles labores constitucionales, se prefirió esperar a que se agotara el shock externo. El error consistió en permitir que el Banco financiara esa subida de precios, que con ello pasó de ser un sobresalto temporal a convertirse en una tendencia inflacionista.

El Gobierno me recuerda a Hormaechea, con perdón de ustedes. El antiguo presidente de la Comunidad de Cantabria es coleccionista de animales raros. En el África misteriosa le regalaron un boa constrictor bebé, que alojó en su piso de Santander. Los inviernos del Cantábrico son fríos y húmedos para tan delicada bestia. La señora del piso de abajo lanzó una mañana un grito aterrador cuando vio a la ya crecida serpiente, que se había colado por la ventana abierta por diligente mucama, enroscada al tubo de la calefacción (el boa, no la mucama, que también era del África profunda). Los Gobiernos españoles ha tiempo que cuidan, alimentan y mantienen el boa constrictor del Estado providencial y gremialista. El Banco de España debería gritar aún más fuerte.

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