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La Puerta del Sol alucina en colores

Dos anuncios de 100 metros arruinan el kilómetro cero

La Puerta del Sol recibió hace cuatro días astros de colorines a oriente y occidente. Los cientos de miles de retinas que deambulan por allí a diario se han acostumbrado a ver anuncios de 300 metros cuadrados sobre la fachada de uno de los edificios (en la esquina de la calle de Carretas donde estaba la librería San Martín), además del castizo reclamo de Tío Pepe. Pero la oferta publicitaria del kilómetro cero no sólo se multiplicó por dos el lunes (el edificio de Arenal, 1 también ha colocado un cartelón sobre sus andamios), sino que, además, una multinacional norteamericana ha decidido trasladar el espectáculo caleidoscópico de promoción de una nueva bebida refrescante (Fruitopía) al Madrid más castizo. Dos enormes televisores para medio millón de visitantes.La propia concejal, de Centro, María Antonia Suárez, "alucina en colores", como aconseja la campaña publicitaria. "Queda horroroso", enfatiza, "pero es completamente legal". Los edificios en obras pueden conseguir una licencia para colocar publicidad en su fachada mientras duran los trabajos de rehabilitación o limpieza de la fachada: sólo depende de un informe favorable del departamento de Mobiliario Urbano. Y de que se pague al Ayuntamiento de entre 500.000 y un millón. "Los dueños reciben suficiente como para que las obras les salgan poco menos que gratis", añade Suárez.

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Obras a toda máquina

Las normas no controlan el número ni la estética de los anuncios

"Si los funcionarios de Gerencia de Urbanismo [quienes tienen la obligación de controlar las obras que se ejecutan en edificios protegidos de la ciudad] ven que las obras están paradas, lo comunican a la junta de distrito para que impidan el abuso" agrega el asesor de María Antonia Suárez.No es el caso del edificio de Puerta del Sol, 7. Allí las obras no estaban paradas ayer: en sus cinco pisos (donde se instalarán oficinas cuando se remate la obra), sótano y bajo sólo trabajaban tres obreros. Uno de ellos dijo que el dueño, José Antonio Lobato, acudía casi todas las tardes a la finca y que pensaba abrir un local en 15 días.

La casa fue declarada en ruina en 1992 y todos sus inquilinos (incluida la administración de lotería La Pajarita, instalada ahora en una caseta enfrente) tuvieron que marcharse. Pero llevaron el asunto a los tribunales y un juez paralizó las obras una semana para que no se destruyeran pruebas.

El actual dueño había adquirido el edificio en 1991 por 80 millones de pesetas a través de la empresa Lojona, SL. El Ayuntamiento la pintó a sus expensas en 1986. Del edificio frente al que cayó asesinado el presidente José Canalejas en 1912 sólo se mantiene la fachada, a pesar de que gozaba de la máxima protección patrimonial.

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