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Huir a 12 años por hora

En una sola noche, un niño roba tres vehículos, burla a dos patrullas de la policía y hiere a seis personas en un espctacular accidente de tráfico

Jan Martínez Ahrens

A Antonio, alias El Gordo, de 12 años y con tres antecedentes por robo, la sangre le fluye a 200 kilómetros por hora. Con poco más de un metro de altura, este hijo de la chabola ha demostrado que nadie le gana a la hora de forzar un coche -su especialidad son los Opel Kadett y los Ford Escort-, tenderle un puente y apretar el acelerador. Apre tarlo hasta el límite.La madrugada del martes, El Gordo, con un compinche de 14 años, robó un Ford Escort 1.3 rojo, matrícula de Madrid, en el distrito de San Blas. Después, ajustó el asiento al volante y, casi de pie, luchando con los pedales del coche, dio rienda suelta al cuentarrevoluciones de su precocidad. En menos de cuatro horas, hizo saltar las alarmas de la capital de España.

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Rápidamente descubierto por la policía, el coche robado se desvió, según el testimonio de El Gordo, por la ronda M-40. Dos coches patrulla le per seguían. El delincuente infantil aumentó el gas de su huida y se metió por los vericuetos laterales de la autopista de circunvalación.

La maniobra, según fuentes policiales, dio resultado y el Ford Escort burló a los dos coches patrulla. Pero este momentáneo éxito tuvo su precio. El Gordo se perdió.

"¡Colega, léeme las señales!", gritó a su copiloto durante la huida. "Jo, que no sé leer", fue la respuesta de su compinche.

Sin saberlo se adentraron en el municipio periférico de Coslada (85.000 habitantes). Allí, tras dar vueltas perdidos, se acercaron a un taxista para preguntarle por el camino de regreso a San Blas. Un error. El taxista, al ver a un niño al volante, avisó por la emisora a la policía local. El Gordo se percató y salió disparado por la avenida de La Cañada en dirección a la avenida de Berlín.

Al llegar al cruce con la calle de Jesús San Antonio, se saltó un semáforo en rojo y se estrelló contra un pacífico Citróen AX, cuyos seis ocupantes resultaron heridos.

Era la una de la madrugada y el zagal, presa de la velocidad, decidió dejar la sangre a sus espaldas. Sobre el asfalto quedaron María Gracia F. G.; su marido, Domingo Jesús; la hija de ambos Rocío, de 10 años; la amiga de la familia Emilia S., de 34, y sus hijas Marta, de 6, y Verónica, de 11. Posteriormente, los heridos fueron trasladados en ambulancia al hospital madrileño de la Princesa. Ninguno sufría lesiones de gravedad, a tenor de los primeros partes médicos.

Pese a su huida, El Gordo no llegó muy lejos. El renqueante Ford Escort, con el lateral destrozado, no dio más de sí y expiró a un kilómetro del lugar del siniestro, junto a una sucursal de la Caja de Ahorros de Madrid ubicada en la avenida de Berlín.

Perdido el vehículo, El Gordo y su compinche huyeron a la carrera por los descampados de Coslada. Pasaron por el oscuro parque de El Cerro. En un entorno desconocido, sin dinero y con la policía pisándoles los talones, el pequeño delincuente decidió echar mano de su pericia. Fue a las 3.30 y en la calle de Gabriel Celaya, a la altura del número 47.

Sacó la torna -un destornillador sin mango- y se abalanzó sobre el primer Opel Kadett que se cruzó en su camino. Pero, una vez roto el bloqueo y tendido el puente, se topó con un inesperado enemigo: un feroz mastín cuyos ladridos amenazaban con descubrirles ante el vecindario.

Sin pensarlo, según consta en su relato, abandonaron aterrorizados el vehículo. Poco les duró el susto. Dos manzanas después, en la calle de Moscú, 96, descerrajaron otro Opel Kadett -no sin antes intentarlo con un Corsa- y partieron rumbo a Vicálvaro. Su intención confesa era regresar a casa, a los sankis de la avenida de Guadalajara y, allí, abandonar el coche sustraído. Un afán imposible.

La policía local de Coslada, que en su, persecución llegaba a los coches abandonados por los críos cuando aún estaban calientes, conocía por la declaración del taxista que los ladrones pretendían regresar a San Blas. Por ello, en la salida de Coslada, en la denominada intersección de La Oliva, les esperaba agazapada una patrulla, que sin remilgos se interpuso en la carrera del Opel Kadett blanco. El reloj de los agentes marcaba las 4.15.

Cuando El Gordo bajó del coche, los municipales, que apenas habían vislumbrado a los ocupantes por su poca estatura -"parecía un coche fantasma", comentan-, descubrieron un mocoso, de pelo hasta las orejas y pantalón corto, que pisaba fuerte. Un crío que, con el peso de sus tres antecedentes por robo, les soltó: "Si no os llegáis a cruzar, me doy el piro". Y que, cuando su compinche intentó hablar a la policía, espetó: "Cierra la boca o te doy un puñetazo".

Poco después, este émulo del Vaquilla, el Torete o el Jaro -delincuentes juveniles de los años setenta y ochenta-, pidió a los agentes un cigarrillo para aflojar los nervios. No se lo dieron.

Una vez en las dependencias policiales, habló poco de su pasado. Dejó caer que, muertos sus padres, vivía con sus dos hermanos en la avenida de Guadalajara, en una zona de casetas prefabricadas, llamada Los Modulares, cercana al poblado chabolista de Los Focos. Un lugar donde conoció a su compañero y donde desde pequeño aprendió a desguazar coches, a abrirlos sin llave y a montarlos sin miedo.

"Me gusta conducir y darme el piro", les repitió a sus custodios, mientras esperaba a su abogado. "No se le veía con miedo. Nosotros le recordamos que lo que había hecho estaba mal, pero no le notamos muy nervioso. Su compañero permaneció callado. Sólo nos dijo que tenía frío", comentó un policía que participó en la detención.

Más locuaz fue El Gordo, quien, pese a reconocer ante la policía que sus padres habían muerto en accidente de tráfico, no pudo resistir la tentación de jactarse de su habilidad para forzar y conducir coches. El niño aún no se había bajado del acelerador.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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