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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un hombre, un voto

MÁS DE 32 millones de ciudadanos mayores de edad tendrán ocasión de elegir mañana a unos 66.000 concejales, que a su vez elegirán a los alcaldes de 8.000 municipios españoles; simultáneamente, 17 millones largos de habitantes de 13 comunidades autónomas -todas excepto Galicia, País Vasco, Cataluña y Andalucía- elegirán a los 789 diputados que los representarán en sus parlamentos respectivos. Se trata de las quintas elecciones municipales y las cuartas autonómicas celebradas desde la restauración de la democracia, en 1977. En total, si añadimos las legislativas y las europeas, en estos 18 años se habrán celebrado 18 elecciones de distinto ámbito: en promedio, una convocatoria al año.Durante estos años no sólo se ha transformado el paisaje físico y sociológico del país; también se ha mo dificado el mapa humano: el electorado mismo. En 1977 pudieron votar 23,5 millones de españoles. Desde entonces, más de cuatro millones han desaparecido del censo por fallecimiento, lo que significa que sólo el 60% del censo actual pudo votar en aquellas primeras elecciones y que desde entonces se han incorporado 12,5 millones de nuevos electores, que tienen hoy entre 18 y 36 años. Tan sólo en los últimos cuatro años se han sumado al cuerpo electoral cerca de dos millones y medio de jóvenes.

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La campaña que finalizó ayer no ha sido muy diferente a las anteriores. El carácter selectivo de la memoria induce a considerar más dramático lo más reciente, pero si se repasan las hemerotecas se encontrarán similares intercambios de reproches entre los candidatos, empezando por el de crispar la campaña, e idénticos comentarios periodísticos lamentando que los argumentos hayan sido sustituidos por descalificaciones. También es una constante que los principales líderes, y sus hooligans respectivos, juren que las inmediatas son las más importantes elecciones de la democracia. Si acaso, la novedad ha estado en que se ha agudizado la tendencia a marginar los aspectos locales y regionales en favor de la dimensión nacional. La perspectiva de un probable cambio de mayoría en ese ámbito ha relegado a los candidatos locales, y a sus mensajes específicos, al papel de teloneros de los líderes nacionales. Son éstos quienes han dado, a través de su incesante presencia en los medios, el tono de cada partido en la campaña.

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En las elecciones locales de 1991, el tema estrella fue la vivienda: un asunto que, aunque pueda considerarse de política nacional, engarzaba fácilmente con los programas municipales a través de la política de suelo y urbanismo. Ahora, difícilmerrite podrán recordar los ciudadanos cualquier propuesta de ámbito local o regional que unifique el mensaje de cada partido.

Los socialistas, que salían con el fardo de los escándalos añadido al lastre de los 12 años en el Gobierno, hubieran preferido que el debate se centrase en la gestión de alcaldes y Gobiernos autonómicos. Paradójicamente, sin embargo, fue el desliz del PP en relación a la reforma fiscal, y el conato de repetirlo a propósito de la reforma laboral, lo que les dio alguna esperanza de poder llevar el debate al terreno de la confrontación izquierda-derecha, en términos similares a los que provocaron el vuelco de última hora en 1993.

Esa esperanza explica la ambigüedad de la estrategia del PSOE. Por una parte, sus mejores candidatos temían que un exceso de protagonismo de los líderes y los temas, nacionales contaminara su propia campaña, de forma que los electores les hagan pagar pecados cometidos por otros. Pero, por otra, una polarización extrema como la que se ha percibido en los últimos días puede movilizar a una parte del electorado tentado por la abstención, e incluso recuperar algunos de los votos que en las europeas de 1994 reforzaron, a Izquierda Unida. Esa polarización puede perjudicar tanto al partido de Anguita Como a las fuerzas nacionalistas y regionalistas, que en 1991 cosecharon cerca de tres millones de votos. Una de las incógnitas principales a despejar el domingo será precisamente la de comprobar hasta qué punto es compatible la apuesta de Anguita por considerar al PSOE el enemigo principal con la de impedir el triunfo de la derecha, de la que hizo bandera hace cuatro años.

Cada cual puede combinar libremente los criterios que desee para decidir su voto. Eso, y que todos los votos tengan el mismo valor, es lo extraordinario de la dermocracia. Que los enemigos de ella, quienes no aceptan el veredicto de las urnas, tengan a un hombre secuestrado constituye una invitación adicional a votar libremente. A despecho de sus amenazas.

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