¿Sería oportuno reducir la tarifa?
¿HAY QUE MODIFICAR EL IRPF? El impuesto sobre la renta centra estos días la atención de los ciudadanos, porque estamos ante el examen anual de la liquidación del mismo y porque ha irrumpido en la campaña electoral al conocerse la propuesta completa del Partido Popular. Casi veinte años después de su puesta en marcha, se plantea la posibilidad de modificar susutancialemente el IRPF. Las opiniones de Enrique Martínez Robles, secretario de Estado de Hacienda, se contraponen a las de Jaime García Añoveros, catedrático y ex ministro de Hacienda con UCD. Como contrapunto ofrecen su visión José Victor Sevilla, inspirador de la reforma Ordóñez, y José Manuel González-Páramo, también catedrático de Hacienda Pública.
Responderé directamente a la cuestión que plantea el título: mi impresión es que sí, que deberíamos, cuando menos, moderar la tarifa, aplanarla, desplazando los tipos máximos a niveles de renta más altos. Y creo que sería oportuno porque, en contra de las apariencias, el impuesto sobre la renta se ha ido convirtiendo, poco a poco, en un tributo un tanto demagógico y, en el fondo, conservador. Un tributo que exhibe tipos marginales del 56% pero que, al mismo tiempo, permite que un sujeto con suficiente capital y paciencia, cosechando sólo plusvalías, pueda vivir legalmente sin pagar impuestos.Cuando un impuesto utiliza tipos formales muy elevados que enfrenta, sin embargo, a bases cada vez más magras, acabará resultando no sólo distorsionador, sino injusto. Y así sucede por las dificultades que encuentra para gravar las rentas del capital en mercados sin fronteras; por haber excluido del gravamen a las ganancias de capital y con ellas a todos los rendimientos convertibles en plusvalías, y por seguir operando, casi veinte años después de su creación, con sistemas objetivos más de lo imprescindible.
En mi opinión, existen dos líneas de reforma que deberían considerarse y que pueden operar simultáneamente garantizando la recaudación global del sistema, condición indispensable en cualquier propuesta, habida cuenta la actual situación financiera del sector público.
La primera posibilidad consiste en alterar la pauta de distribución de la carga fiscal entre la renta ordinaria, las ganancias de capital y el patrimonio y las herencias. Creo que sería conveniente reducir la presión fiscal que hoy sorporta la renta ordinaria y, en cambio, gravar con mayor intensidad las ganancias de capital y el patrimonio acumulado.
Con la fórmula actual las ganancias de capital, al cabo de un tiempo, quedan al margen del impuesto. Aunque se hayan obtenido ganancias reales, esto es, una vez descontado el efecto atribuible a los precios. Parece pues sensato que las ganancias de capital reales se hallen sometidas, cuanto menos, al mismo tratamiento que se otorga a las ganancias obtenidas mediante el trabajo y la empresa. Al proceder así se ensancharía la base del impuesto sobre la renta.
También cabe desplazar una parte de la carga del impuesto sobre la renta hacia la imposición patrimonial, especialmente la imposición sobre las herencias, cuya tributación resulta sensiblemente más liviana. Esto significa que, de hecho, el sistema tributario adopta una posición conservadora al favorecer relativamante a aquellos que disponen de un patrimonio ya constituido frente a quienes pretenden acumularlo. Un resultado poco recomendable para un país como el nuestro, con necesidad de fomentar el dinamismo y la movilidad social.
Adicionalmente, una reducción de la tarifa del impuesto sobre la renta debería hacernos reconsiderar las relaciones entre este impuesto y el de sociedades. La tendencia a evitar totalmente la doble tributación de los dividendos debería perder fuerza frente a la tributación independiente, puesto que se trata de una cuestión que emerge o se sumerge según sea el nivel de los tipos impositivos aplicables en el impuesto sobre la renta. Es una vía de escape cuya presión puede disminuir al aplanarse la tarifa del impuesto sobre la renta.
Contaminación y empleo
La otra línea de actuación que permitiría suavizar los elevados tipos marginales del impuesto sobre la renta consiste en desplazar una parte de la carga sobre los impuestos ecológicos. Algunos paises del norte de Europa han considerado seriamente esta posibilidad y están empleando la imposición sobre el uso de los recursos naturales como vía de allegarse ingresos que es compatible, a la vez, con una mejor asignacion de los recursos productivos. En definitiva gravar más los recursos naturales y menos el factor trabajo parece una política adecuada en países con elevados nivel de contaminación y bajos niveles de empleo.
En resumen, pues, cabría replantear algunos aspectos importantes de la imposición sobre la renta. No hay que olvidar que reducir las tarifas y rellenar las bases fue el signo con el que nació el impuesto en nuestro caso, y que ha sido también la música que ha inspirado las reformas que se han registrado en diversos países desde la segunda mitad de la pasada década. La progresividad de un impuesto y su carácter dinamizado no puede medirse exclusivamente por tarifa. Hay que considerar el resultado combinado del sistema. Un tema que va más allá de descrestar la tarifa y suprimir algunas deducciones.
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