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Cinco jóvenes patean en el metro a un prestigioso coreógrafo negro

Nadie en el vagón movió un dedo. Carl Paris, de 49 años, estadounidense de raza negra y pionero de la danza moderna en España, recibió una paliza a las once de la noche del viernes pasado cuando viajaba en el metro madrileño. Los autores fueron cinco jóvenes de unos 16 años y aspecto "normal". Se ensañaron con él, sin que mediara una sola palabra ni un insulto ni un mal gesto.Paris salió de la estación de Pío XII con una mano rota, la cara magullada, la nariz ensangrentada y un ojo morado. A causa de las lesiones, el bailarín y coreógrafo, que denunció la agresión ante la policía el domingo pasado, deberá someterse a una operación de mano. En sus 16 años de vida en España como bailarín y profesor de danza, Carl Paris nunca había padecido una agresión de este tipo.

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El relato de la víctima se inicia el viernes por la noche, cuando, como todos los viernes, este bailarín, de aspecto juvenil, piernas fuertes y brazos musculosos, se montó en la línea 9 del metro para regresar a su casa. Acababa de salir de la escuela de baile en la que trabaja.

"Estaba sentado en un vagón cuando entró un grupo de cinco jóvenes que se colocó enfrente de mí. No me fijé mucho en ellos, ni recuerdo nada que me llamara la atención. Sí hubo un momento en el que el líder me miró fijamente. Yo apenas les presté atención", recuerda Paris. El coreógrafo repite una, y otra vez -que los agresores eran chavales totalmente "norinales". Vestían chándal, vaqueros y camisas.

El bailarín se había levantado de su asiento cuando aún faltaba una parada para llegar a su destino. Prefirió esperar de pie el tramo que distaba hasta la estación de Colombia, donde pretendía bajarse. En el vagón viajaban otros pasajeros. Pero en cuanto se cerraron las puertas, los cinco jóvenes se abalanzaron sobre el coreógrafo. "Me atacaron por la espalda sin pronunciar una palabra. No hubo ni un aviso", recuerda Paris.

Los golpes y las patadas continuaron hasta que el tren llegó a la estación de Colombia. "Yo trataba de apartarlos. En cuanto podía con uno, llegaba otro", continúa Paris. Le pegaron con las manos, con los pies y con un objeto duro que el bailarín no ha identicado.

Finalmente, cuando toda su cara estaba ensangrentada, una pareja se dirigió hacia ellos ara interceder por el agredido. Solamente en ese momento Paris abrió la boca para preguntar los agresores: "¿Por qué?". "Ni siquiera entonces me dirigieron la palabra", asegura el bailarín con gesto de impotencia.

"Vivo aquí porque los españoles no son racistas"

Los agresores hicieron ademán de volver a la carga cuando los viajeros, que pronunciaban frases como "me da vergüenza", intentaron separarles. El metro llegó, por fin, a la parada (Colombia) y los cinco jóvenes se apearon. Tampoco hubo palabras entonces. "Yo también pretendía bajarme entonces, era mi parada, pero aquella pareja me convenció para que no lo hiciera", dice. Pocos minutos más tarde pasó andando por la estación de Colombia.. La policía se había presentado ya en el metro."No puse la denuncia entonces. porque no estaba muy convencido de querer hacerlo", declara Paris. "En esos momentos sólo quería olvidarlo todo. Estaba asustado", añade. Fue el dolor de su mano lo que le animó a dirigirse a la policía y a acudir al servicio de urgencias. "Tengo la mano rota por un sitio complicado. Me esperan seis semanas escayolado y una operación", dice.

Carl Paris llegó a España hace 16 años y se convirtió en el primer profesor de baile moderno de Madrid. "Precisamente me instalé aquí porque los españoles me parecían las personas menos racistas del mundo. Creo que es sólo una minoría la que se comporta así", comenta Paris.

Reconoce que desde el. viernes ha cambiado mucho la sensación que tiene cada vez que sale a la calle. "Las cosas como son: ese odio, esa actitud racista se siente muy a menudo. Y ahora me ha pillado a mí". Pero se niega a que este incidente amargue su estancia y los recuerdos de este país. "Esto puede pasar en cualquier sitio", dice. Paris dice que desde hace unos cuatro años nota las miradas o los gestos de los que o admiten gente de otras razas. "Pero yo creo que es una moda. No me parece lógico que en tan poco tiempo las personas cambien tanto", añade.

Lo peor de este incidente para Paris es que le perjudica en su trabajo. "Eso sí que me da rabia", dice. Y, con el sentido del humor que conserva, añade: "Ahora mis bailarines empiezan a bailar sólo con una mano".

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