La cadencia mas castiza
El maestro Izquierdo ameniza con su organillo las veladas Las Vistillas
"No basta con dar vueltas al manubrio. Para tocar el organillo hay que saber música". Manuel Izquierdo, el maestro Izquierdo, lo dice sin dudar. Le avalan 20 años de experiencia como organillero. "No hace falta tener la partitura escrita, pero sí hay que conocerla y hacer las pausas Uno tiene que saber cuándo hay que retener", añade.El maestro Izquierdo explica que a veces le hace la vida difícil a los relamidos del chotis. "A los exhibicionistas en el buen sentido, que bailan a pata coja, a veces les hago la pascua con el ritmo. Mi público viene más a oír y ver, que a bailar", dice.
El maestro Izquierdo es organista consagrado, aunque hasta hace dos décadas se ganara la vida en un taller "de electromecánica industrial". Pero, gato de familia y melómano desde la infancia, el organillo le hizo cambiar de oficio. La profesión musical le da para ir tirando. "Galas no faltan, aunque en invierno afleja".
Cada tarde, cuando el sol declina, el maestro caldea el ambiente en Las Vistillas. El organillo sale de debajo del escenario y la música castiza se convierte en el prólogo de las otras actuaciones y rellena el intermedio.
El organillo -85 años- es más viejo que Izquierdo -a punto de franquear los 60-, pero el maestro no se siente el último organillero, porque cree que la muerte del instrumento vendrá más de la carencia (ya no se fabrican organillos) que de la falta de afición por estos artilugios de sonido alegre.
De lo que sí siente nostalgia, izquierdo es de las fiestas de otros años. "Tierno despertó los sanisidros", dice con admiración. Y no entiende que ahora se programe "tanta música andaluza".
Izquierdo no se viste de chulo para tocar. La parpusa (gorra de cuadros) la lleva "todo el año". Para las actuaciones sólo se concede el pañuelo: "El casticismo se lleva dentro".
Cada tarde, Los nardos o Rosa de Madrid caldean la cita festiva de los castizos. El organillo sólo puede reproducir 10 composiciones, entre las que predominan los chotis, aunque también alberga algún pasodoble y algún vals ligero.
Cae la noche. En Las Vistillas huele a aceite. Banderolas de fiesta y chiringuitos para la picadera. El bocadillo de entresijos (intestinos de cordero), a 400 pesetas, y el pan payés son las estrellas gastronómicas. Así lo asegura Pedro, el encargado de los tres quioscos, que este año mira al cielo satisfecho: no llueve.
-¿Pan a la catalana en un sitio tan castizo como éste?
-Lo hacemos con pan gallego y a la gente le gusta mucho.
Encarnación Jiménez se ha sentado en el murete de Las Vistillas. Tiene 81 años y unos cuantos premios de chotis en su haber. "Menos un par de parejas de viejecitos, el resto de la gente que he visto venir por aquí no tiene ni idea de bailar. ¿Por qué no dan clases de chotis?", se pregunta Encarnación.
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