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El asesino del presidente Budiaf anuncia que dirá la verdad en el juicio de Argel

"Estoy decidido a explicar toda la verdad sobre el asesinato del presidente Mohamed Budiaf'", anunció ayer Lambarck Bummaarafi a sus abogados defensores, momentos antes de comparecer ante el tribunal de Argel, donde se le juzga desde hace dos días por los delitos conjura contra la seguridad del Estado, homicidio voluntario y dos con arma de fuego.

El autor del magnicidio, de 29 años, miembro de la guardia personal de la Presidencia de la República, puso como única condición para efectuar estas revelaciones que se aplace la vista y se le permita nombrar un nuevo equipo de defensores. Señaló que ha perdido la confianza en los cuatro abogados que se le nombraron de oficio hace poco menos de un mes.El grupo de letrados decidió inmediatamente abandonar la defensa del acusado, alegando que por encima de todas las consideraciones jurídicas y procesales "se encuentran las razones históricas" y los "intereses nacionales de todo un pueblo" que reclama desde hace tres años conocer toda la verdad sobre el asesinato del presidente Budiaf.

El juicio más importante de la historia de Argelia quedó así ayer atascado, en un callejón sin salida, a pesar de las iras y de los gritos del Ministerio Fiscal, quien en una sala repleta de público aseguró que se encontraba ante "una maniobra dilatoria" y sobre todo ante "un chantaje", planeado por Lambarek. Según el fiscal, el acusado trata por todos los medios de "desafiar y burlarse del tribunal".

Lambarek Bummaarafi, un inquietante personaje, que conmocionó a Argelia un 29 de junio de 1992 cuando asesinó a tiros en Anaba al presidente Mohamed Budiaf, hizo ayer tambalear todo el aparato de justicia argelina. Fue para él como un juego de niños, murmuró un letrado, que vestido con su toga permanecía confundido entre el público.

Mientras los magistrados, letrados y el propio fiscal abandonaban precipitadamente la sala para pactar una salida jurídica al juicio, el procesado sonreía y saludaba al público desde el banco de los acusados. De vez en cuando levantaba la mano derecha con el dedo índice señalaba al cielo, como dando a entender que en el peor de los casos se llevaría su secreto al cielo. Estuvo así durante largos minutos, hasta que al fin, las fuerzas de Gendarmería lo sacaron de su rincón, colocaron las esposas y se lo llevaron al calabozo.

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