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FERIA DE SAN ISIDRO

"Noté como resbalaba el pitón por el pecho"

Jesús Delgado sabía que el toro le iba a pegar un arreón de aúpa. Cinco veces se había plantado delante de él y cinco veces que Oropel había salido de estampida. "Tengo que pararle, tengo que pararle", se repetía una y otra vez, "no voy a estar detrás de él todo el tiempo". La situación podía tornarse ridícula en cualquier momento, así que decidió acercarse aún más, buscar la querencia, citar al toro y esperar su arranca da ciega.Delgado, de 31 años, terno rosa y azabache, madrileño, procedente de la escuela de tauromaquia, aspirante a novillero hasta 1987, agitó su capote de vueltas azules a seis metros escasos del toro. Se arrancó el toro y, como él mismo esperaba, embistió al bulto. "Cuando ví que lanzó la cara arriba me temí lo peor", recuerda Delgado. "Esperaba . la frenada del toro, pero con la cara, abajo. Me metió el cuerno por la camisa y noté cómo resbalaba el pitón por el pecho. Ví la cosa muy mal, porque mi vida dependía de que el toro no me prendiese. El golpe me dejó sin aire y cuando me levanté, mi reacción fue irme a por el toro sin mirarme".

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Un peón trajo la torería

Hasta que le pudo.

Y la plaza atronó.

Jesús Delgado notó cómo se le ponía la carne de gallina. Él, que en 1987 tuvo que poner fin a sus sueños de salir algún día por la puerta grande de Las Ventas, veía cómo el público se ponía en pie para dedicarle la más ensordecedora ovación que se haya producido en lo que va de feria.

El bríndis

Delgado se sintió, por fin, de verdad torero. "Sí, había hecho lo que tenía que hacer un torero, volver a la cara del toro que estuvo a punto de matarme". Luego Luguillano le brindó ese toro y de nuevo se emocionó: "Que te diga tu maestro que eres un pedazo de torero es como para que se te salten las lágrimas".

Pero Delgado no quiere olvidar su condición de subalterno: "Estamos para dar la cara ante el toro malo; el que tiene un pase, ése tiene que ser para el maestro". Tampoco quiere recibir todos los elogios él solo: "Mis companeros estuvieron sembrados, porque entre todos tapamos los defectos de los toros".

Durante la corrida fue el héroe. No paró de recibir parabienes y, felicitaciones mientras permanecía en el callejón durante la lidia de los toros que no le correspondían a Luguillano. "Tuve que contar una y mil veces cómo salí con vida de aquel arreón, pero lo hice con sumo gusto. Todos se alegraron de la buena suerte que tuve", manifiesta.

Fue la 21ª vez que hizo el paseíllo en Las Ventas, siempre como banderillero. No olvidará el día de ayer, porque salió con vida. Ahora está deseando volver. Es su profesión y su vocación: "Vivo de esto, porque con 70 actuaciones al año, entre corridas y novilladas, se puede salir adelante bien". Desde el año pasado va en la cuadrilla de Luguillano, tras haber pasado por la de Morenito de Maracay, entre otras.

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