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Tribuna
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Trato

Enrique Gil Calvo

¿De qué se trata en estas próximas elecciones: de elegir administradores municipales y autonómicos o de juzgar a sus partidos políticos? Según cierta propaganda gubernamental, sólo se trata de una pura gestión técnica, para lo que nada más cuentan las personas que vayamos a situar al frente de las instituciones locales: una cuestión no tanto política como de mera eficacia instrumental, que atañería fundamentalmente al interés de nuestros bolsillos. Y según esta línea argumental, los socialistas vienen a proponernos el siguiente trato: aunque os parezcamos moralmente deslegitimados, debéis seguir eligiéndonos porque somos mejores gestores que la derecha y protegeremos mucho mejor vuestros intereses materiales inmediatos.Pero, puesto que un trato así resulta fundamentalmente económico (pura transacción comercial del tipo do ut des), ¿Podemos volver a fiamos de ellos, confiando en que cumplirán los tratos, o estamos. demasiado escarmentados para eso, dada la todavía no desmentida fama de tramposos y corruptos que se han ganado? Pues, además, este tipo de trato que nos proponen, ¿acaso -no recuerda demasiado a la compra del voto subsidiado? ¿Pretenden que miremos para otro lado y, sólo por conveniencia, nos hagamos cómplices de su impunidad? ¿Esperan que les reelijamos porque nos interesa materialmente a pesar de que moralmente no deberíamos hacerlo?

Por lo demás, este trato economicista que nos ofrecen se contradice flagrantemente con los argumentos politizados con que lo acompañan. Pues no sólo nos dicen os interesa votarnos, sino que añaden: debéis parar a la derecha (adobándolo con impresentables insultos que apelan a la visceralidad antifranquista). Pero ambos extremos resultan incompatibles entre sí: ¿qué tiene que ver el ¡no pasarán! y la lucha de clases con la gestión técnica de la administración local? Pues además, al margen de lo miserable de la maniobra (dado que resulta ruin recurrir a los fantasmas de la Guerra Civil), el hecho es que quien, como yo, elija votar contra, la derecha (lo que, desde luego, resulta perfectamente legítimo, incluso aunque fuera en contra del interés municipal), no por ello está forzosamente obligado a caer en el voto sucio, pues para eso tan útil es el voto a IU (que es un voto limpio) como el votó al PSOE. Claro que, puestos a elegir un voto de castigo, ¿acaso se puede optar por IU, visto el irracionalismo de su líder, el irrealismo de su programa y el machismo estalinista con que ha defenestrado a sus mejores candidatas?En fin, el partido socialista todavía completa su oferta de trato con otro contradictorio adorno. Además del voto útil y del voto del miedo, también nos pide, precisamente ahora, el voto moral, rogándonos humildemente que, por piedad, no le abandonemos ni traicionemos en su peor momento, cuando arrecian las dificultades de todo tipo. Hay que reconocer que esta retórica de las causas perdidas puede ser eficaz con las electoras más novelescas o románticas, pero desde el punto de vista del carisma resulta suicida, pues en política sólo se aprecia a los más fuertes o más duros y a los perdedores se les despide como a Boabdil en su deserción de Granada.

Pero esta apelación al voto piadoso no sólo resulta patética, sino que, además, es falaz. No se trata de que quienes optemos por el voto de castigo les estemos abandonando como las ratas al barco que se hunde. Es que, por el contrario, han sido ellos, los socialistas, quienes nos han traicionado a nosotros, sus electores, al eludir su responsabilidad política incumpliendo sus promesas de cambio sobre el cambio. Porque, vamos a ver, ¿quién es más desertor de su causa: el político que no cumple su deber de dar la cara o su votante que le pide cuentas en las urnas? Pues, además, los socialistas no se pueden hacer precisamente los mártires: ¿quiénes, más que ellos, son los responsables (es decir, los causantes y no las víctimas) de las dificultades (Filesa, los GAL, etcétera) por las que atraviesan?

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