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La metamorfosis italiana

El año pasado, tras la victoria totalmente inesperada de Berlusconi en las elecciones legislativas italianas, la opinión pública occidental se llevó un susto: ¿había llegado la era de la telecracia y de los sondeas, la alienación de la democracia a manos de los medios de comunicación de masas? Aquel temor era infundado, pero indicaba la fuerza de un reflejo humanístico en la cultura europea, el miedo a la cosmópolis y a la sociedad tecnológica, el temor de que el hombre occidental sea un aprendiz de brujo. Perdida la confianza hegeliano -marxista en la racionalidad de la historia sin haber reencontrado el concepto cristiano y estoico de la Providencia, lo nuevo parece amenazante y el pasado se revela como el cálido corazón de la certidumbre.La reacción ante Berlusconi ha dominado en Italia tanto en el mundo católico como en el de la izquierda. Lo viejo ha vuelto, poscomunistas y posdemocristianos son, un año después del triunfo de Berlusconi, los dueños de Italia bajo la batuta paciente y admonitoria del presidente de la República. Italia ha emprendido a la carrera el camino de vuelta a lo viejo, guiada por la Fiat y los sindicatos. El horror telecrático ha bastado para hacer olvidar la corrupción, las tangentes, los jueces y todo lo demás. El país ha ido a las elecciones con una querida vieja ley proporcional que de nuevo, ha permitido el papel ideológico de los partidos. Pero también en las municipales todo ha vuelto a ser como antes. Con un nuevo fichaje en la cooperación de los democristianos con los poscomunistas: la Liga Norte, de Umberto Bossi. Hace tres años, en Italia temblábamos temiendo que, con la Liga, naciera en el norte de Italia un movimiento a lo Le Pen, dirigido no contra los extracomunitarios, sino contra los italianos del sur. Las paredes estaban cubiertas de pintadas contra los meridionales, algunas radicales, como la que había sobre el puente de la autopista Venecia-Treviso, que decía: "Fuerza, Etna" cuando el volcán siciliano estaba en erupción.

Puesto que en Italia existe una alta tasa de violencia privada y han existido el terrorismo rojo y la masacre de Estado, podía pensarse con razón que se estaba asistiendo a una violencia entre norte y sur. Yo pensaba ya en la intifada de los niños napolitanos contra los coches con matrícula de Milán. Quizá Bosnia, más allá de los confines italianos, exorcizó los etnocentrismos bergamascos. Fuera como fuera, incluso en la hipótesis de que Bosnia nos haya salvado de la crisis nacional, hoy Bossi y los suyos hablan como si ellos no hubieran sido los etnocentristas de los años noventa. Bossi declara que la Liga es una fuerza de centro que quiere presentar listas comunes con los democristianos de izquierda y gobernar con los poscomunistas.

Y Gianfranco Miglio, que hace tan sólo tres meses pensaba en una Italia confederada, hoy propone una revisión de la Constitución de 1948 en el límite de los procedimientos estipulados y del amplio consenso que éstos requieren. En resumidas cuentas, estaban bromeando. Pero, ¿de quién es el mérito? De Berlusconi.

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Bossi ha olvidado a los meridionales y ha descubierto que es antifascista y anticapitalista y que está en contra de las televisiones comerciales. El mérito es de Berlusconi, que ha hecho probar a, la Liga la emoción de gobernar. en Roma. Esto ha. bastado para hacer olvidar a Bossi que, hace dos años, había acuñado moneda del norte e invitado a la gente del norte a considerar el marco como su referencia moral. En suma, Bossi estaba bromeando. Ahora todo ha cambiado.

El secretario del PDS, Massimo d'Alema, comunista doctrinario en los tiempos de Occhetto -es decir, el año pasado- hasta el punto de organizar la defenestración de éste por ser demasiado poco hombre del PCI, hoy escribe en el periódico de Agnelli que es partidario de la "revolución liberal", que "se mide por las exigencias de libertad de los individuos o de funcionamiento del mercado", y "está atento" a un proceso de articulación de la propiedad, "a un mercado abierto en el que cuenten más los pequeños ahorradores". La política italiana parece una escena de la Metamorfosis de Ovidio. Los cambios son radicales y fulminantes, D'Alema ha realizado en un segundo lo que el Partido Laborista ha hecho en un decenio. Los laboristas han necesitado dos congresos para cambiar la cuarta cláusula y negar su postura en favor de la propiedad pública de los medios de producción. Para los p9scomunistas, ha bastado una entrevista en La Stampa para convertirse en artífices y promotores de la "revolución liberal". Norberto Bobbio se ha enfadado.

Berlusconi, pues, ha sido rápidamente derrotado. Puede que se recupere en las elecciones generales, pero tiene en contra a todo el sistema de poder. Los posdemocristianos y los poscomunistas están en el poder; los únicos eliminados son los socialistas, que no han logrado convertirse en pos-socialistas. Bossi y D'Alema, los vencedores, hablan ahora el lenguaje de Berlusconi, el vencido. Como en el caso de Grecia con Roma, ha. seducido al rústico vencedor y ha introducido las artes liberales en el agreste Lacio.

Italia vuelve a lo antiguo. Pero en peor. Cuando empezó a actuar la magistratura, el monopolio del Gobierno era de la DC y. del PSI, sin alternativas, pero con una sólida asociación de los comunistas y de las demás fuerzas políticas en el poder, salvo el neofascista Movimiento. Social. Hoy vamos a tener un duopolio posdemocristiano y poscomunista, sin límites. Vamos a tener una democracia plena sin alternativas: los posfascistas serán integrados de forma subalterna; Berlusconi, el enemigo, será privado de las televisiones y expulsado a las tinieblas exteriores, donde todo es llanto y rechinar de dientes.

Comienza así la vía italiana similar a la del poscomunismo del Este que puede ser definida como el "capitalismo sin democracia"; este término, tan querido para Friedmann y los Chicago Boys, fue utilizado conscientemente para el Chile de Pinochet. No será así en Italia, como tampoco lo es en el Este, salvo en Rusia y en Rumania. La libertad puede convertirse en una desaparecida por vacía e insignificante, aunque no haya desaparecidos. No es una novedad. DC y PSI ya habían organizado su monopolio del poder, pero era un poder frágil y bastó Antonio di Pietro para desmantelarlo. Éste será más sólido, será de cemento armado. Vela por él el hombre más poderoso de Italia, el presidente, católico liberal en su juventud: Oscar Luigi Scalfaro. Gobierna Italia como los Saboya, con el uso político como prerrogativa personal de dos poderes fundamentales: la disolución de las cámaras y'e1 nombramiento del presidente del Consejo. El Reino Unido. inventó la democracia liberal cuando, con sir Robert Peel, hizo oficiales los poderes de la Corona. En Italia, con los Saboya, fueron sustanciales. Con Scalfaro hemos vuelto a la monarquía de los Saboya en forma de república.

es politólogo italiano.

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