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Tribuna
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Felipe González el empecinado

Francisco G. Basterra

Felipe jugaba en casa. A sólo 200 metros del Congreso de los Diputados y con 180 minutos por delante para hablar de su diseño europeo sin el machacante fardo del auto judicial, la cinta comprometedora y la cascada de escándalos nacionales, tácitamente excluidos del encuentro. El lugar: la Asociación de Periodistas Europeos, ayer, horas antes del inicio oficial de la campaña electoral. González acaba de regresar de un viaje de los que más aprecia. 48 horas rozándose en Moscú con Yeltsin y Clinton y una escala-baño de cuatro horas con "lo mejor de la juventud española" entre las ruinas de Mostar.Muestra el jefe del Gobierno un cierto desapego por la batalla cotidiana, como si le dieran una infinita pereza los cinco mitines de campaña que le "han pedido los compañeros" Combina sin embargo González esa distancia con claros signos de que todavía no ha arrojado la toalla, pero al mismo tiempo deja escapar señales de que su tiempo político está a punto de concluir. Argumenta González con el optimismo de los últimos datos económicos aunque confiesa entender cada vez menos estas duchas frías que nos llevan del borde del desastre de la peseta y de la Bolsa a la recuperación. "Sufrimos gratuita e inútilmente estos fenómenos".

No cita a Aznar por su nombre y sólo lo hace con malicia al hablar de que la cuestión militar y el tratamiento de la misma por sus Gobiernos le ha apasionado. "Yo que he jurado bandera y no como otros", afirma.

"Si continuamos con el actual proceso autodestructivo nos va a costar trabajo recuperar el respeto perdido, porque tenemos pocas rentas históricas", admite Felipe González. Pero atribuye la "menor respetabilidad" que produce España en el mundo a "la indiferenciación de los medios de comunicación" en su relato de un país plagadop de escándalos. El presidente muestra su preocupación por el claro renacimiento de un discurso "iiacionalista-imperial", que por otra parte reconoce que ha sido una constante histórica en nuestro país. "Hay una corriente profunda que emerge ahora, cuando se le jaleaque sigue pensando que los males de España vienen de fuera".

Cuando se le reprocha a González su escaso entusiasmo para fajarse con las cuestiones internas en contraste con su declarada "pasion y empecinamiento" pedagógica con las internacionales, lo ad te con la boca pequeña. "No sé hacer de Pujol o Bono, esa política sobre el terreno. Creo que ya nunca lo podré hacer".

A pesar de lo que le está lloviendo, González explica que si hoy tuviera optar por la presidencia de la Comisión Europea, haría lo mismo: diría que no. "No apasiona el puesto, fue una idea del canciller Kohl, me lo dijo en Lanzarote. No tiene explicación muy racional pero diría no". Dice que al actual presidente, Jacq Santer, le va a costar llenar el hueco otro Jacques" (Delors).

Ha vuelto González impresionado de último encuentro con Mitterrand por habla ya desde más allá de la vida. Recuerda con ironía la capacidad del todavía prudente, al que califica de "patriota francés gaullista", para crucificar a sus adversarios personales nunca ideológicos. "Algo que nunca alcanzaré aunque viva 30 años mi precisa. "Tiene un gran sentido de la historia y se divierte con la historia. Yo soy romo, mucho más basto intelectuaImente confiesa el presidente en quizás su único rasgo de humildad de toda la reunión.

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