Escribir
El día en el que empezó todo no tenía muchas ganas de escrib1ir, de manera que para hacer tiempo fingí no saber si una palabra se escribía con be o con uve. Aquella duda retórica se convirtió misteriosamente n una enfermedad real, y en cosa de una semana, al problema de las bes se sumó el de las haches, así que tardaba Mucho en escribir una página porque tenía que consultar continuamente el diccionario. Creo que desarrollé una curiosa habilidad para evitar palabras que contuvieran esas letras, pero mis escritos de esa época jadean un poco al andar, como si estuvieran enfermos.Al poco comencé a padecer también de problemas sintácticos. Las frases se me quebraban a la altura de los verbos, como varillas de cristal demasiado finas. Me asusté un poco, porque vivo de fabricar esas varillas, así que intenté construir frases gruesas y cortas del tipo de las de yo soy yo o estoy perdido, pero. también éstas se rompían. Una tarde escribí: "esto es una frase", y a poco dejó de ser una frase y se convirtió en un dolor de cabeza. En seguida olvidé también qué cuerda había que rasgar para que se escuchara un adjetivo, y aunque descubrí que la de los sustantivos sonaba del mismo modo si la golpeabas de una manera especial, el esfuerzo me fatigaba demasiado.
Luego, en fin, se marcharon los verbos, primero los copulativos y a continuación los transitivos. Los intransitivos se resistían a caer, pero masticaba mal con ellos, así que me los arranqué yo mismo, con un cordel. Si puedo contarlo es porque ahora abro cada día un libro de otro y recorto palabras que luego pego en un papel, como si fueran amenazas; en cierto modo lo son, aunque sólo para mí, porque a veces se me acaba el pegamento o la paciencia y no logro decir lo que quiero, pero creo que duermo más que antes. Y respiro mejor.
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