Cambio de rumbo para la política vasca
Desde el restablecimiento de la democracia en España, la política vasca ha vivido inmersa en una situación que tiene bastante de excepcional. Más allá del desprecio a la vida humana que ha supuesto el terrorismo etarra, hay que atribuir a la acción directa e indirecta de los violentos cuatro rasgos específicos del subsistema político vasco que nunca se hubieran manifestado en una sociedad libre de la presión de las armas.El primero de esos rasgos es la debilidad de una opción de centro-derecha de carácter no nacionalista. La reconstrucción de uno de los tres pilares del sistema de partidos vascos propio del siglo XX se vio seriamente dificultada por la decisión de ETA, particularmente de su rama político-militar, de impedir por la fuerza el normal desarrollo de partidos como UCD y AP en la comunidad autónoma vasca. El último sentido político del asesinato de Gregorio Ordóñez o del atentado contra José María Aznar apunta a una renovación de la voluntad de los terroristas para impedir aquellas manifestaciones de pluralismo político favorables al crecimiento del Partido Popular en el País Vasco.
El segundo tendría que ver con la singularidad de unas élites políticas surgidas al calor de la crispación que acompaña fatalmente a la violencia y a la tensión favorecidas por las fuerzas políticas abertzales. Hechas todas las excepciones que sean al caso, es probable que el País Vasco haya conocido, particularmente en su centro-derecha, el surgimiento de un nuevo personal político débilmente conectado con los representantes naturales de la vida económica, social y cultural del país. La política se ha convertido en Euskadi, con notable ventaja sobre el resto de España, en una actividad poco apetecida por aquellas élites sociales sin cuyo concurso resulta imposible la vida del sistema liberal-democrático. En este sentido, el aparente triunfo de los "honrados vecinos de los pueblos" sobre los representantes de las burguesías y las clases trabajadoras urbanas podría ser un síntoma, probablemente el menos preocupante, de lo que hay de peculiar en la configuración de una parte significativa de la actual clase política vasca.
En íntima relación con lo anterior, y sería el tercer rasgo a destacar, se habría producido una hegemonía política nacionalista que no acaba de corresponderse con la mucho más contenida hegemonía social de las fuerzas abertzales de todos los matices. Las circunstancias han hecho del PNV, además de legítima expresión de un significativo sector de la opinión del País Vasco, el administrador de un considerable número de ciudadanos a los que la violencia ha privado de una normal expresión política. En cuarto y último lugar habría que destacar el condicionamiento que ha supuesto para la izquierda no nacionalista, además de la directa presión terrorista, la indirecta influencia de la violencia en la potenciación de una izquierda abertzale en condiciones de competir desde la extrema izquierda con un partido socialista expuesto ya a la eficaz y legítima competencia del PNV In la búsqueda del voto de centro y de centro-izquierda.
Esbozar un diagnóstico es siempre más fácil que arriesgar un tratamiento. En ausencia (le este último, es posible que tenga sentido plantear cuatro proposiciones en correspondencia con los problemas apuntados.
1. El fin del terrorismo es una condición previa para la normalización definitiva de la política vasca. Dejadas a un lado la vía de la negociación política con ETA o el recurso a unas situaciones de excepción, cuya superioridad moral sobre la guerra sucia es de esperar que ahora todos reconozcamos, solamente parece factible continuar una línea de actuación que debe basarse en la movilización de la sociedad vasca contra la violencia, en la mejora e intensificación de la acción policial y en el encarecimiento de las responsabilidades penales para los terroristas y sus colaboradows.
2. La respuesta al terrorismo Y la presión a favor de la normalización de la política vasca debe realizarse, fundamentalmente, desde el propio País Vasco. Sin menoscabo de que el Gobierno central pueda dirigir mensajes adecuados a la sociedad vasca y a sus partidos nacionalistas en relación a los riesgos inherentes a determinadas ambigüedades, y sin demérito de lo que luego diré, pienso que no deberíamos exagerar las posibilidades de acción política del resto de los españoles ante la cuestión. Más allá de la lucha contra el terrorismo que corresponde al Estado, son las fuerzas sociales, económicas y políticas vascas las que deben lograr una normalidad democrática cuya ausencia les perjudica a ellas muy directamente. Desde hace dos siglos, el problema endógeno de la sociedad vasca es tanto o más importante que los reales o imaginarios conflictos con el Estado y el resto de España. O esa sociedad vasca acepta este dato, o se resigna al mantenimiento de una larvada situación de conflicto civil cuya solución no se producirá mediante el intento de exportarlo al conjunto de España.
3. La política vasca necesita de algunos cambios para hacer plenamente viable la normalización política. La actual dirección del PNV ha sucumbido al error de creer que el nacionalismo moderado podía compensar su debilidad numérica en el Parlamento español agudizando sus potencialidades intimidatorias. A falta de los escaños de CiU, vendrían a discurrir políticos como Arzalluz o Anasagasti, buenos son los gritos y los desplantes. Se trata de una equivocación que compromete seguramente el futuro del PNV, pero es también una equivocación que pone en situación apurada a un amplio sector de la sociedad vasca a quien nadie debería hacer pagar el precio de presentarla como solidaria de tanto histrionismo y tanta desmesura. Por otro lado, la actitud de la dirección peneuvista cuestiona seriamente la permanencia de un gobierno de coalición en Vitoria. El que algunos socialistas vascos hayan podido descubrir que no existe otro modo de hacer política distinto al de la administración de los presupuestos públicos no quiere decir que la paciencia del socialismo vasco sea ilimitada.
4. Por último, y una vez aceptado que es el País Vasco el terreno adecuado para la solución de la crisis política vasca, es indispensable que el Gobierno español y el partido que lo sustenta sepan transmitir a los actores políticos la indestructible unidad de todas las fuerzas políticas estatales en defensa del orden constitucional y de la lucha contra el terrorismo. Quien decida desafiar ese orden, o apoyar o transigir con la violencia, debe saber que tendrá que hacer frente a una sociedad y a un sistema político dispuestos a cumplir serena y solidariamente con sus obligaciones. La mala opinión sobre España y los españoles es la peor herencia legada por la cosmovisión sabiniana al presente nacionalismo vasco. Es necesario, con el máximo de cordialidad que las circunstancias permitan, ayudar a las fuerzas nacionalistas a corregir una opinión que, tomada en serio, no puede dejar de ser sino permanente fuente de dislates.
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