Nelson Mandela califica de "milagro" el consensuado del 'apartheid'
Si Mandela sonríe casi siempre, ayer la alegría casi le rompe las costuras del traje. Entre una y otra actuación musical, se dirige a la gente reunida frente al Union Buildings. Un ayudante le protege del sol con una sombrilla. Recuerda Mandela el "terrible pasado" del apartheid, califica de "milagro" el final consensuado y democrático de ese sistema; afirma que Suráfrica "camina con firmeza por la senda de la libertad, la paz y la prosperidad"; anuncia una reducción de las condenas para todos los presos, y entra de lleno en los problemas con los que se topan a diario sus seguidores.Y es que, como dice el presidente Nelson Mandela, hace un año, al acudir masivamente a las urnas, Suráfrica pasó "de la división a la unidad; de la opresión a la libertad".
"El objetivo final de una vida mejor para todos todavía está por realizar", dice el presidente. Así que "los miembros del Gobierno, los empresarios y trabajadores, los granjeros y jornaleros, los estudiantes y profesores, los deportistas y los artistas" tienen que "trabajar duro". Él y sus colaboradores, anuncia, ultiman las líneas generales del presupuesto del próximo año, que incrementará el gasto en "educación, sanidad y vivienda", a fin de "aliviar a los sectores más pobres".
También aborda Mandela la, pesadilla de la delincuencia común. "La libertad", dice, "no tiene sentido sin seguridad en los hogares y en las calles". Y añade que el Gobierno prepara un plan para luchar contra el crimen, que, entre otra cosas, pasa poi* reforzar la policía. Antes de despedirse, Mandela deja otro mensaje: todos los surafricanos deben comprender que ahora forman parte de "un solo pueblo con un solo destino"
La Suráfrica multicolor
Un solo pueblo es el que se ha reunido aquí. Vino caminando en ríos humanos guiados por bandas de música y grupos de majorettes. Enarbolando banderitas con los colores negro, naranja, verde, blanco, rojo y azul de la nueva bandera nacional. Son chicas blancas con estrictos uniformes de colegios británicos, muchachas zulúes con los pechos al aire, profesionales rubios con trajes italianos y teléfonos celulares al cinto, gruesas y alegres damas negras con túnicas vistosas, hindúes enturbantados, judíos con barbas rabínicas y sombreros de fieltro, y muchos trabajadores negros con ropa occidental de saldo. Es el pueblo que apoya la apuesta de Mandela. La Suráfrica multirracial.
Durante horas, ese pueblo diverso y amante de la libertad baila al pie del Union Buildings. Al son de los blues de Yvonne Cliaka Chaka, de las rumbitas de los Gipsy King cantadas por unsaleroso conjunto negro de Pretoria, de un montón de temas clásicos del rock y, sobre todo, de los múltiples ritmos seculares de África; que Dios la bendiga. Daniel Sello es de los que lo bailan todo. Con sus pieles, plumas, abalorios, lanza y escudo de guerrero zulú. Con su Biblia, fotos de Mandela y su puñado de huesos y conchas.
"¿Qué dicen los huesos?", le pregunta este periodista en una pausa. Sello los arroja al suelo, los mira, pone la voz grave que corresponde a un sangoma o hechicero y sentencia: "Dicen que Mandela es un gran jefe enviado por Dios para conducirnos hacia la felicidad".
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