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Tribuna:DEBATES
Tribuna
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La transferencia de los recursos hídricos

Como Jano, el agua tiene dos caras. Por un lado, es un recurso natural básico, indispensable para la vida, renovable, pero limitado. Por el otro, un bien económico que interviene en todos los procesos productivos, escaso y cada vez más costoso. Los vertidos masivos deterioran su calidad y su empleo intensivo conduce a la sobreexplotación de ríos y acuíferos allí donde el recurso escasea.Globalmente y en valores medios, España es un país moderadamente húmedo. Los recursos hídricos naturales ascienden a 2.900 metros cúbicos por habitante y año, frente a una media europea de 2.500. Pero así como en el resto de Europa el 40% de esos recursos son utilizables directamente con garantía, en España esa cifra se reduce al 9%. El enorme esfuerzo realizado desde tiempo inmemorial para regular nuestros ríos nos ha permitido ir superando esas limitaciones.

La malhadada peculiaridad española es la extrema irregularidad temporal y espacial de la distribución de las lluvias y, consiguientemente, de los recursos hídricos. Los valores medios indicados responden exactamente a la historia de dos hombres, uno con 15 panes y otro con uno, de forma que en promedio había ocho, panes por persona y el abastecimiento semanal dé pan estaba garantizado.

La irregularidad temporal se refiere a la distribución tanto a lo largo del año como entre años secos y húmedos. Sobre la irregularidad espacial, baste señalar que los recursos hídricos medios en régimen natural, en el periodo 1940-1985, fueron del orden de 800 litros por metro cuadrado y año en las cuencas del norte de España (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco) frente a sólo 50 en la cuenca del Segura. Una relación de 16 a 1.

Los recursos hídricos naturales por habitante y año, donde juega ya la densidad de población, superan los 6.000 metros cúbicos en las cuencas del norte, Ebro y Duero, y son inferiores a 1.000 en las cuencas internas de Cataluña, Segura, Júcar, Baleares y Canarias. Los valores extremos corresponden al Miño-Sil y las cuencas catalanas (11.700 y 500 metros cúbicos por habitante y año, respectivamente; una relación de 23 a 1).

El volumen almacenado el pasado 4 de abril en los embalses españoles destinados a usos consuntivos (abastecimiento de población, usos industriales y regadíos), en porcentaje sobre su capacidad total, era el 82% en las cuencas del norte, el 71% en el Ebro y el 69% en el Duero, frente al 11% en el Guadalquivir, Segura y Júcar y 13% en el Guadiana. Los embalses están. El agua falta en media España.

Las demandas

Sobre la población de derecho, los datos extraídos de los planes hidrológicos de las cuencas hidrográficas arrojan un consumo medio de 300 litros por habitante y día para el abastecimiento de población.Esta cifra parece, en principio, relativamente alta. Si consideramos que incluye las pérdidas en conducciones y distribución -es difícil conseguir que bajen del 20%-, los usos públicos -limpieza de calles y riego de parques y jardines-, el suministro a industrias y actividades terciarias insertas en el tejido urbano y el abastecimiento al turismo, esa dotación ya no resulta tan elevada. No obstante, un ahorro entre el 5% y el 10%, según zonas, es sin duda abordable y deseable. Un elemento fundamental, y tal vez suficiente por sí mismo para conseguir ese ahorro, sería la aplicación de precios realistas que cubrieran todos los costes del ciclo hidrológico y de tarifas progresivas disuasorias del despilfarro. La demanda de abastecimiento representa el 14,5% de la totalidad de los usos consuntivos. Otro 6,5% corresponde a la demanda industrial específica. Y el restante 79%, el gran volumen demandado, al regadío.

¿Y por qué regamos tanto en España?: más de tres millones de hectáreas demandan 24.000 millones de metros cúbicos de agua cada año. Suponen un 15% de la superficie cultivada y generan casi el 60% del valor total de la producción agrícola nacional. El consumo medio unitario de agua es de tinos 7.000 metros cúbicos, frente a una necesidad directa de agua en las plantas de unos 4.200. La eficiencia de riego (el cociente entre estas cifras) es 0,6. Aunque éste es un valor aceptable, deja margen para un ahorro porcentual similar al indicado para el abastecimiento.

Este desarrollo del regadío no, es caprichoso. En un país en el que, en dos tercios de su territorio, llueve un poco de vez en cuando, la única forma de garantizar las cosechas es regar, y para regar con seguridad hay que regular ríos o perforar pozos. Tan pronto como los españoles dispusieron de las técnicas necesarias, instalaron norias (cenias, aceñas), construyeron presas, y regaron. Y cuando no se regó lo suficiente para garantizar el suministro de alimentos -que, el secano no garantiza en España- se produjeron hambrunas. Seguramente hoy no se producirían esas hambrunas. Tal vez. Pero no parece razonable renunciar a la capacidad de producir alimentos suficientes pudiendo producirlos, no abandonar el campo porque es menos rentable que la banca. Así pues, tenemos ese regadío y tenemos los cultivos más rentables en las cuencas con menores recursos hídricos. Y tenemos un déficit estructural de 3.000 hectómetros cúbicos al año, de los que un 80% se localizan en la orla mediterránea, el Guadalquivir y al alto Guadiana. La mayoría de los ríos de estas cuencas llegan secos al mar casi todo el año -si exceptuamos la famosa gota fría- y sus acuiferos están sobreexplotados: se extrae más agua de la que se infiltra. El panorama ambiental es desolador y el porvenir, si no se corrige, es la desertización.

Aunque no se ponga en marcha ningún nuevo regadío en las cuencas con déficit, la situación de éstas es irresoluble con sus recursos propios. Agotados los convencionales -aguas superficiales y subterráneas-, los no convencionales (tales como la reutilización, la desalación y el ahorro) apenas si alcanzarían a eliminar un tercio de ese déficit. Cualquier escenario que no contemple transferencias de recursos conduce al abandono a medio plazo de 300.000 hectáreas de nuestros regadíos más rentables en las cuencas del Guadiana, Guadalquivir, Sur, Segura, Júcar e internas de Cataluña, y a limitar en ellas las perspectivas de crecimiento agrícola, industrial o turístico.

Qué hacer

Ajustar el consumo de agua a las necesidades reales, racionalizando su empleo y evitando los abusos, no sólo es una medida propugnada por todos sino también un objetivo explícito de la Ley de Aguas. Toda política hidráulica actual debe plantearse la necesidad de garantizar la disponibilidad de agua, en cantidad y con calidad adecuadas, a la generación actual y a las generaciones futuras; el desarrollo sostenible.En esa línea van las actuaciones estructurales y de mejora de la gestión encaminadas al ahorro de agua, depuración de vertidos y reutilización, entre las que debe jugar un papel fundamental la modernización de regadíos. Sin duda es también importante la explotación coordinada, muchas veces complementaria, de aguas superficiales y subterráneas. Todo ello, no hay que olvidar lo, requiere cuantiosas inversiones.

Pero, hay que repetirlo, esas actuaciones no bastan para resolver el problema dé las cuencas con déficit y con sus recursos sobreexplotados. Los trasvases -que el hombre de los 15 panes le ceda uno al de un solo pan- son necesarios. Se dispone ya de datos suficientes para afirmar que son viables técnica y económicamente, sin coartar el desarrollo futuro de las cuencas cedentes. Las consideraciones ambientales podrán condicionar las soluciones a adoptar, pero no deben invalidar el esquema global.

En este conjunto de actuaciones, además de un creciminto moderado de la disponibilidad futura de recursos garantizados y una política de precios que incentive la racionalidad y eficiencia de su uso, debe estar la solución a los sempiternos problemas del agua en España.

César Cimadevilla Costa es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.

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