"A la ciencia todavía le falta 'sex appeal'"
, El astrofísico Ignacio García de la Rosa, de 40 anos, cree que "la ciencia nació para satisfacer la curiosidad de los ciudadanos". Y no se arrepiente de haber abandonado sus investigaciones sobre el Sol para dedicarse a dirigir el Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife. Durante el año y medio de vida de este centro, sus visitantes han podido observar los rayos cósmicos, ver cómo se articulan los huesos de un esqueleto montando en bicicleta o sentir lo mismo que cientos de científicos en todo el mundo mientras esperaban contemplar, en directo, el choque del cometa Shoemaker-Levy contra Júpiter el pasado julio.Pregunta. ¿Es importante la ciencia para el público?
Respuesta. Creo que todavía muy poco. A la ciencia le falta sex appeal. Si el fútbol o la política levantan pasiones es porque en ellos hay enfrentamiento y polémica. Los científicos, por el contrario, hemos escondido nuestras desavenencias intelectuales en congresos o publicaciones especializadas. Una parte del público percibe la ciencia como una religión, con verdades de fe; otros, con, gran credulidad, basan su conocimiento en frases como: " Un médico opina", "Un científico ha dicho...". Pero la verdadera ciencia, crítica y apasionante, todavía no seduce a la mayoría.
P. ¿Son efectivos los museos de ciencia para la divulgación?
R. En los museos interactivos, combinando diversión y aprendizaje, contagiamos al visitante la emoción que se vive en un laboratorio científico. Creo que así estamos contribuyendo a un cambio de actitud hacia la ciencia; hace poco era común enorgullecerse públicamente de ser ignorante en ciencia, ahora es cada vez más raro. Pero hay que llegar más lejos. La ciencia debería entrar en el terreno del ciudadano, 'en vez de quedarse en museos, libros o documentales. Un parque de atracciones que explique en paneles las leyes físicas con que nos divierte, o un bar donde se cuente al cliente la química de la cerveza, por ejemplo, sería tan instructivo como un museo.
P. ¿Cómo se consigue al mismo tiempo divertir y encariñar al público con la ciencia?
R. Buscamos experimentos que casi podrían reproducirse en casa, y hemos comprobado que despiertan mayor admiración que otros más complicados. Por ejemplo, es posible observar nuestros propios glóbulos blancos circulando por el interior del ojo empleando sólo un filtro azul, y eso es más emocionante que usar un aparato médico sofisticado. La sencillez nos permitió, con mucho ingenio y poco dinero, renovar en 1994 la cuarta parte de las exhibiciones, y este año seguimos en la misma tónica.
P. No debe ser fácil, tener ideas originales para montar experimentos.
R. Generalmente se recurre a los mismos símiles que se utilizan en las conferencias. La expansión del Universo, por ejemplo, se explica mediante un globo que se infla; la curvatura del espacio-tiempo, con una goma elástica distorsionada por un peso; la superficie solar es como un aceite hirviendo... Otros muchos experimentos forman parte del conocimiento colectivo que compartimos este tipo de museos.
P. ¿Qué ofrece de particular este museo del Cabildo de Tenerife?
R. Sin el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) el museo no existiría, por eso ponemos el acento en esta rama de la ciencia. Tenemos, entre otros, experimentos de conveccion y magnetismo que explican el aspecto externo del Sol; un módulo para interpretar los agujeros. negros; o un telescopio desde el que observamos el Sol y, ocasionalmente, la Luna o los eclipses. A veces conectamos en directo con los telescopios del observatorio del Teide.
P. ¿Tratan los científicos de implicarse en la divulgación?
R. Por desgracia, en el ambiente científico aún sobrevive una imagen negativa del divulgador, y a menudo hablamos pensando más en las posibles críticas de los colegas que en la comprensión del público. Sospechamos que el investigador se dedica a la divulgación tras haber fracasado en su terreno profesional, como hacerse payaso tras haber sido actor.
Pero los científicos puros, como astrofísicos o físicos, de partículas, están siendo empujados a romper su hermetismo porque una sociedad puede costear, por prestigio, una ciencia que desconoce, pero ante una crisis económica también prescinde más fácilmente de lo que menos entiende.
P. ¿No corre la divulgación el peligro de convertirse en instrumento de mercadotecnia?
R. Es cierto que, por el desconocimiento de los políticos y del público, pueden llegar a financiarse- proyectos que no lo merecen, pero es un riesgo que hay que correr. Son más los efectos positivos del principio de que quien logra enraizarse en la sociedad, y ser comprendido, es quien consigue fondos.
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