Palabras
A menudo, lo sé bien, las palabras parecen completamente inútiles. Palabras de consternada desesperación cuando ETA asesina adultos, balbucientes palabras de horror cuando mutila niños. Mata ETA, o intenta matar, y todos repetimos espantadas palabras de condena que cada vez nos suenan más viejas. Y sin embargo esas palabras son nuestra mejor arma, son la voz de la razón, o la razón que al final impondrá su voz sobre las armas.No existe otro modo. Hay gentes que, atraídas al ciego furor de la violencia (el terrorismo lo que busca es eso: fanatizar al oponente), han apoyado al GAL. Ya se ha visto cuáles son los resultados: más brutalidad y más dolor. Y un retroceso en la verdadera batalla contra ETA (la de la sensatez contra las tinieblas). Sólo las palabras nos pueden salvar: palabras que denuncien los ruines asesinatos cometidos por los etarras, pero también a los ruines asesinos que acabaron con Lasa y Zabala. Lúcidas palabras como las de Colom, que sabe luchar por el independentismo catalán sin convertirse en un verdugo. Los etarras conocen el valor de la palabra. Por eso intentaron asesinar a Aznar, que es uno de los máximos representantes de la voz democrática, y por eso han amenazado a Martín Prieto, que es un espléndido hablador. No resulta nada heroico ese afán de acallar las palabras con dinamita.
Sé que muchos hacheberos poseen un alma impresionable, y que se estremecen, por ejemplo, ante las desventuras de los viejos o de las ballenas en extinción. Si luego apoyan la ferocidad de unos pistoleros tiene que ser porque algo se les desbarata en el pensamiento, porque se les produce un apagón entre el, corazón y la cabeza. Utilicemos las palabras contra eso: palabras justas, honestas y civiles. Palabras como balas que no lleven muerte a sus cerebros, sino vida.
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