La matanza por soldados tutsis de más de 5.000 hutus devuelve a Ruanda al horror del genocidio
El país de las mil colinas no despierta de una pesadilla sin fin. Ruanda volvió a ser el fin de semana escenario de la violencia interétnica y del genocidio. Tropas del Ejército Patriótico Ruandés (heredero de la guerrilla tutsi que tomó el poder en julio) abrieron fuego, contra la muchedumbre en el campo de desplazados de Kibeho, al suroeste del diminuto y superpoblado país centroafricano. Más de 5.000 personas (hombres, mujeres y niños, todos hutus) perecieron después de que las tropas dispararan, según testigos de la ONU, que aseguran que no pudieron evitar la matanza.
Los escasos cascos azules presentes en la zona fueron incapaces de interponerse entre las tropas de Kigali y la muchedumbre aterrorizada. Como si de una condena se tratara, el nuevo Gobierno instalado en Ruanda cumplió ayer su cita con la matanza. Si el año pasado fueron los tutsis las principales víctimas de la furia genocida de los radicales hutus y sus milicias (que provocaron la muerte de cerca de un millón de personas), el fin de semana las tropas de Kigali mataron a sangre fría y provocaron una avalancha humana que acabó con la vida de al menos 5.000 personas, según un macabro recuento que sobrecogidos observadores internacionales no habían concluido todavía ayer."Bastaron unos disparos sobre la multitud para que la gente echara a correr y el pánico se desatara", relata un observador de las Naciones Unidas, todavía congestionado por la visión de los miles de cadáveres y los gritos de los heridos. Los soldados mantuvieron el fuego durante dos horas. "Actuaban como bárbaros, dando caza y atrapando a los desplazados que habían saltado el cordón de seguridad", relata por su parte un casco azul de Zambia que tuvo que buscar refugio en su propio campamento. El sábado a mediodía, la tensión estalló en el campo de Kibeho, al suroeste de Ruanda, donde más de 100.000 desplazados hutus se negaban a salir, rodeados por soldados enviados por Kigali para forzarles a volver a sus hogares.
"Rompió a llover y la gente empezó a moverse para buscar refugio", relata, tratando de conservar la calma, un representante de las Naciones Unidas. "Dos disparos contra la multitud desencadenaron la catástrofe. Inmediatamente se desató el pánico. La matanza había comenzado". En las ruinas de un campo que era de por si una escombrera, con chozas maltrechas, casi sin agua ni comida, los soldados hicieron uso de la bayoneta para matar a muchos de los que intentaban escapar. Algunos hutus devolvieron el fuego con las armas que habían ocultado al escrutinio. Niños muertos yacían por todas partes, junto a bebés vivos, abandonados por sus madres en una huida desesperada. Ayer, cuando cascos azules de Zambia y un equipo australiano de la ONU lograron entrar en el campo, pese a los obstáculos de los soldados ruandeses, se encontraron con un escenario insoportable.
Cerca de 5.000 muertos (por disparos, machetazos, morteros o aplastamiento), unos 1.500 heridos y 7.000 supervivientes no huidos, entre ellos unos 300 niños. Mientras decenas de miles de hutus huían ayer despavoridos por las colinas y palas excavadoras eran enviadas a Kibeho para abrir fosas comunes donde enterrara la nueva hornada de víctimas sin nombre, el primer ministro ruandés, el hutu moderado Faustin Twagiramungu, prometía sanciones para los responsables si se demostraba que sus soldados habían disparado de forma deliberada.
El Gobierno de Kigali había enviado a sus hombres el pasado martes al suroeste del país Dara cerrar nueve campos de desplazados donde 300.000 hutus habían buscado refugio. Se trata de la misma zona en la que soldados franceses, aliados del régimen derrocado, establecieron en junio pasado una zona de protección que fue aprovechada para refugiarse por muchos de los que instigaron a la matanza contra los tutsis y los hutus moderados.
Mientras la mayoría de los casi 100.000 desplazados del. campo de Kibeho habían emprendido la huida hacia la ciudad de Butare, donde Muchos eran recibidos a bastonazos por la población, otros trataban ayer de llegar a la frontera con Burundi en un vano intento de ponerse a salvo. Tanto Burundi como Tanzania han cerrado sus pasos fronterizos para evitar nuevas avalanchas de refugiados hacia unas tierras ya inundadas de parias que parecen condenados al desastre. Cerca de dos millones de refugiados ruandeses malviven fuera de su patria tras el genocidio de la minoría tutsi y la guerra civil ganada por el Frente Patriótico Ruandés.
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