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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Después del atentado

LA ENTEREZA con que ha reaccionado José María Aznar al atentado de que fue víctima el miércoles ha engrandecido su figura. Esa entereza, puesta de relieve desde los instantes que siguieron a la explosión y confirmada por sus primeras declaraciones, ha contribuido a evitar reacciones histéricas o poco meditadas por parte de sus seguidores. Éstos también estuvieron a la altura de las circunstancias, en particular el secretario general, Álvarez Cascos, cuya primera declaración fue para asegurar que la provocación terrorista no lograría "ni amedrentar, ni radicalizar las posturas" del Partido Popular.Viniendo de un partido que seguramente gobernará pronto en España, este compromiso es especialmente significativo porque el terrorismo, hoy como ayer, consigue su objetivo en la medida en que suscita reacciones incontroladas del aparato del Estado; ésa es la desestabilización que busca ETA, con la idea de que el Estado se deslegitime imitando sus métodos. Es cierto que los GAL desaparecieron hace años, mientras que ETA sigue matando; pero también lo es que nunca han estado los terroristas tan cerca de conseguir sus objetivos como el día en que alguien puso en marcha la máquina de deslegitimación del Estado que responde a aquellas siglas.

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El presidente del Gobierno dijo ayer lo que, de tener los reflejos de tiempos pasados, debió haber dicho un día antes. Que era la personalidad política de Aznar lo que daba singular relieve político a este nuevo desafilo a la convivencia, y que la respuesta al mismo pasaba, por reforzar la unidad de las fuerzas democráticas. Esto último implica salir del laberinto de palabras que en los últimos tiempos han cuestionado la cohesión de los pactos antiterroristas. Como dijo en su día el lehendakari Ardanza, no son sólo los medios, sino los fines, lo que separa a los demócratas, nacionalistas o no, de los violentos.

También se ha suscitado la cuestión de eventuales modificaciones legales que permitan actuar contra quienes Joaquín Leguina calificó ayer de "autores intelectuales de los atentados" y a los que Manuel Fraga se refirió como "el entorno político de los terroristas": los dirigentes de KAS y HB. Sin embargo, más que dictar leyes especiales, algo siempre arriesgado, lo que procede es aplicar las existentes. Acabar con la sensación de impunidad pasa por poner fin a la lenidad con que han sido tratados esos sectores; y por una actitud más firme por parte de los partidos que consideran compatible el rechazo de sus métodos intimidatorios, pero tienden cíclicamente a buscar alianzas con ellos.

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