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Fobia al 'cole'

"Mamá, ¿si me tomo todo el frasco de psicosoma me muero?". Natalia no veía otra salida. Sólo desaparecer. En aquella época tenía 10 años. Ahora, con 13 años, cuando rememora aquellos meses de angustia, no puede, sin embargo, expresar exactamente lo que sentía. "Lo tiene como en una nebulosa", explica su madre, Ana Sánchez.

Natalia se levantó una mañana de mediados de diciembre de hace tres años diciendo que no quería ir al colegio. Aún hoy, sólo puede hacerlo si su madre permanece en el vestíbulo del centro hasta media mañana. Un logro, comparado con los meses en los que Ana tenía que quedarse allí todo el día, y llevarla y traerla ella misma, porque si no, la niña era incapaz de soportarlo. "Empezó a decir que se sentía mal o que le dolía la tripa y se arrebujaba en la cama, pero sin decir por qué", cuenta Ana. "Tenía que sacarla, vestirla y llevarla al autobús literalmente a rastras". Hasta entonces, Natalia había sido una niña feliz en el colegio, un centro privado religioso, con notas excelentes y estimada por sus compañeras.

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Demasiada exigencia

La batalla campal de aquel primer día de diciembre sólo era el comienzo: en clase empezó a padecer ataques de angustia, a pedir que llamaran a su madre, e incluso a vomitar, siempre sin poder explicar lo que le sucedía. Comenzó a faltar. La relación con sus profesores y compañeras empezó a deteriorarse. La angustia llegó a impedirle separarse de su madre, ni siquiera para ir al campamento de verano o salir con sus amigas. Un cambio de colegio no surtió efecto: a los dos días de iniciado el nuevo curso, vuelta a empezar. La única salida fue permanecer en casa varios meses, mientras su madre le llevaba las tareas.

El de Natalia es uno de los cerca de una docena de casos de este tipo que han pasado en los últimos cuatro meses por la consulta de algunos especialistas del equipo de psiquiatría infantil del hospital clínico Sal Carlos, de Madrid.

No es fracaso, inadaptación o abandono por falta de motivación. Se trata de un síndrome infantil de ansiedad con una características bien definida, en el que intervienen otros factores diversos.

"Todos los niños que hemos visto tienen entre 10 y 13 años", explica Ignacio Avellanosa, responsable del servicio. "En su mayoría son niñas, con padres profesionales de un nivel cultural medio-alto y, en muchos casos, procedentes de colegios religiosos. Lo curioso es que se trata de chavales muy bien adaptados: sociables, con éxito y estimados por su grupo, de los primeros de la clase, e incluso con un coeficiente intelectual por encima de la media".

Ansiedad y taquicardias

Un viaje, unas vacaciones, una intervención quirúrgica o simplemente el final de un fin de semana. En el inicio surge una enorme ansiedad provocada por una situación de separación, por nimia que sea. Muchas veces, ni siquiera llegan a decir que no quieren ir a clase: se levantan, se arreglan, cogen la cartera y llegan hasta la puerta de la escuela, pero no pueden entrar. Algo que no saben explicar les impide dar ese último paso. Taquicardia, sudores, palidez, bajadas de tensión y, a veces, náuseas, hacen presa en ellos. En ocasiones, los síntomas pueden confundirse con un trastorno depresivo, porque es frecuente la idea de que quieren, morirse cuando se sienten presionados.

"El colegio es, de alguna forma, el espacio social y laboral del niño, el medio que está fuera de la familia y en el que debe enfrentarse a las exigencias del mundo exterior", añade Avellanosa. Un rasgo común a todas las familias es que dan mucha importancia al estudio, lo que hace que el niño lo viva con mucha exigencia. "Yo he detectado que se trata de dos tipos de familias", explica la psiquiatra Adela Collado. "O bien padres demasiado permisivos, incluso blandos, que hacen que el niño se sienta obligado a fijarse sus propias exigencias. O bien con una permisividad sólo aparente, que encubre en realidad una escala de valores rígida que no aceptaría bien a las personas débiles o con fallos: de ahí el temor al fracaso vivido de una forma muy angustiosa y la lucha constante por cumplir las expectativas paternas".

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