_
_
_
_

Nueva York pone en práctica la ley antitabaco más dura de Occidente

Prohibido fumar en grandes restaurantes, oficinas y estadios

A partir de hoy los neoyorquinos tendrán que buscar restaurantes de menos de 35 plazas si quieren echar un pitillo después de la comida, retirarse a un reservado en su oficina o pedir permiso, si es un despacho privado, para fumar, y abstenerse totalmente de hacerlo en los grandes estadios de deportes, aunque sean al aire libre. Porque hoy entra en vigor en la mayor ciudad de Estados Unidos la ley antitabaco más dura del país, aprobada el pasado mes de diciembre por el Consejo Municipal de Nueva York y firmada por el alcalde republicano Rudolph Giuliani.La nueva legislación, que además alienta a los delatores de cualquier infracción, dará muchos quebraderos de cabeza a los dueños de restaurantes y hoteles y, según temen, también pérdidas financieras. Para fumar, sólo en restaurantes con menos de 35 sillas. Y los que quieran disponer de más plazas podrán ofrecer un espacio cerrado a los fumadores, pero no para comer, sólo para beber. El comensal podrá fumar en la barra, pero siempre que esta diste al menos dos metros del comedor y no sea el único lugar del establecimiento donde se espera a que quede libre una mesa.

Aquellos establecimientos que dispongan de mesas al aire libre tienen prohibido dedicar más del 25% de las mismas a los fumadores.

Alguna revista neoyorquina ha sacado ya una lista de restaurantes de "supervivencia" para los adictos al tabaco, especialmente la población europea y asiática de Nueva York, mientras otros han decidido reducir su número actual de plazas para no perder a su clientela.

Humo ajeno

Los no fumadores están encantados con las severas medidas. La pasada semana otro nuevo estudio insistía en los riesgos del tabaco para el fumador pasivo. Según un informe de dos investigadores de California, Stanton Glantz y William Parmley, cuyos resultados acaban de publicarse en la revista de la Asociación Americana de Médicos, el humo del tabaco hace más daño a los que lo respiran que a los que fuman. Los fumadores pasivos, aquellos que están expuestos cada día a una cantidad notable de humo ajeno, sufren un daño considerable en su sistema cardiovascular.

Glanzt y Parmley intervienen de esta forma en uno de los frentes de batalla más activos de la guerra del tabaco. La industria tiene sus propios estudios que aseguran que el humo de segunda mano no perjudica la salud de los no fumadores y que las molestias que proporciona se pueden resolver con un esfuerzo de cortesía.

Los dos investigadores, basándose en estudios propios y ajenos, están completamente en desacuerdo: "El sistema cardiovascular de los que están acostumbrados a fumar crónicamente se adapta pata tratar de compensar los efectos nocivos del tabaco. Sin embargo, los no fumadores no se "benefician" de esta adaptación, por lo que los efectos del humo de segunda mano son, para ellos, mucho más perjudiciales que para los fumadores".

Los investigadores afirman que el daño no está causado por un solo componente, sino por un conjunto de elementos que incluyen monóxido de carbono, nicotina e hidrocarbonos policíclicos aromáticos, y recogen de otros estudios cifras que indican que los fumadores pasivos sufren entre 30.000 y 60.000 infartos cada año, atribuibles al humo que respiran. "La medida de control más simple y eficaz" -al tiempo que piden una campaña contra el humo ambiental semejante a las del sida y las drogas ilegales- "es garantizar que no se fume en espacios públicos, lugares de trabajo y centros de enseñanza", sostienen los investigadores.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_