La incombustible impopularidad de John Major
Los últimos guiños populistas del primer ministro británico, John Major, incluido su enfrentamiento con la Unión Europea en la disputa pesquera con Canadá por las cuotas del fletán, le han producido escasos dividendos al Partido Conservador en las elecciones locales de Escocia. Bien es verdad que su feudo ha sido siempre Inglaterra, especialmente la muy conservadora Inglaterra del Sur, donde habitan legiones de jubilados, pero aun así el varapalo de ayer es particularmente duro para un primer ministro obligado permanentemente a defender su territorio dentro -en el seno de su partido- y fuera de casa.Con todo, la imagen de derrota que ofrecían ayer los conservadores forma parte de un paisaje sumamente familiar para el primer ministro británico. Desde que en 1991 sustituyó a la carismática Margaret Thatcher en el número 10 de Downing Street, Major ha afrontado una diaria batalla por su supervivencia.
Estamos en 1995 y ahí sigue. En mayo del año pasado, con ocasión de otras elecciones municipales parciales en el país y el mes siguiente en las europeas, los tories sufrieron sendas derrotas memorables. Los titulares de la prensa fueron incluso más alarmantes que los de ayer. La caída de Major se consideraba inminente y el ruido de sables atronaba en la sede conservadora.
Nada ha ocurrido sin embargo. El discreto primer ministro sigue llevando las riendas del país, aguantando un temporal que arrecia con especial dureza de vez en cuando, pero con ánimo de dar la batalla hasta el final.
Al final, el tono gris de Major ha demostrado ser su principal cualidad. No hay figura en el Partido Conservador capaz de hacerle frente. Nadie con la capacidad suficiente de dar la razón a todo el mundo y permanecer agazapado sin tomar demasiadas decisiones. Sus enemigos lo tienen difícil y, en cierto modo, el líder laborista Tony Blair también.
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