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Jospin se enfrenta a golpe de programa con los jefes de la derecha francesa

Enric González

Lionel Jospin no hace concesiones a la mesocracia. La suya es una campaña peatonal, popular, claramente inclinada hacia la izquierda. El candidato socialista se abre paso a golpes de programa, a falta del desparpajo de Jacques Chirac y del aparato propagandístico de Édouard. Balladur. En su periplo por la ciudad bretona de Nantes, Jospin insistió ayer en que sólo él tenía programa. Y siguió soñando en que los franceses se hastiaran del pulso histriónico en la derecha, y le prestaran al fin atención.

"Tiene el mejor programa, pero no consigue hacerse oír", comentaba un periodista de la emisora Sud Radio, que seguía a Jospin desde el principio de su campaña, mientras Jospin disertaba en un centro de formación juvenil sobre las leyes xenófobas del Gobierno Balladur". Ante un público de pequeños alcaldes, asistentes sociales y voluntarios de beneficiencia, reunido en torno a un modesto almuerzo de circunstancias, Jospin invocó sus lemas de cada día: crecimiento '"ordenado" de los salarios, creación de empleo "por la triple vía de la reducción, de jornada, las grandes obras públicas y los trabajos voluntaristas" emancipación de la mujer, lucha contra la exclusión social.Sudoroso y aún demasiado complejo en su sintaxis, demasiado profesoral, pero mucho más hecho como candidato que en febrero, cuando entró en campaña, con traje gris y corbata de oficinista, Jospin no responde directamente si se le pregunta en su fe en la victoria. Sólo pregunta: "¿Por qué no?".

La primera etapa de la visita a Nantes, tras desembarcar del tren, fue una fundición que había conseguido cuadrar el círculo: reducir la jornada, aumentar los salarios y ganar más dinero. "Mayormente, nuestra buena situación actual se la debemos a la recuperación de los pedidos" reconoce, modesto, el gerente. Jospin no se desanima: "Esta fábrica demuestra que la reducción de jornada funciona", proclama, y se adentra por el laberinto. de hornos, moldes y carretillas, pidiendo a los periodistas que no toquen nada. "Esto es peligroso", explica, "lo sé porque, en mis tiempos de la Federación Socialista del Norte, me he pateado toda la vieja,siderurgia".

Autógrafo sin multitud

Tras el almuerzo, un chapuzón en los suburbios. Un minusválido le para en la calle para entregarle un sobre. Un anciano le pide un autógrafo para su nieto. Jamás congrega a una multitud. "Las masas sólo nos interesan en el último día, nuestra estrategia consiste en ganar progresivamente ímpetu", dice uno de sus asesores de prensa, quien reconoce que los estrategas no se cansan de pedirle a Jospin "más combatividad, más agresividad y un poco más de populismo".

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Pero Jospin no se deja. "Es demasiado serio para permitir que le manipulen, y prefiere hacer campaña a su manera" prosigue el asesor, quien pronostica, con más fe que esperanza, "un vuelco de los electores hacia el único candidato que les trata como adultos".

La cúpula del Partido Socialista (PS) y la dirección de la campaña, con Jacques Delors al frente, no acaban de estar convencidos. Delors, presunta "arma secreta" de Jospin, aún no ha entrado en liza. "Se reserva para el tramo final", dice el director de campaña, Daniel Vaillant. Delors parece estar esperando a ver cómo evolucionan los sondeos, para no correr el riesgo de implicarse en una derrota sonada. "Si Jospin llega a la segunda vuelta, Delors saltará al terreno. Si no, habrá quedado al margen del desastre, y Jospin será señalado como el único responsable" opina, con amargura, un militante del PS.

Jospin tiene cuentas pendientes con bastantes de sus correlignarios, cuya participación en la campaña es remisa: Laurent Fabius y, Jack Lang, por ejemplo. Y también con la prensa, a la que considera obsesionada con el culebrón familiar de Chirac y Balladur.

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