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De lo deseable a lo posible

Emilio Ontiveros

Como si de una excepcional revelación se tratara, las declaraciones del presidente del PP, anticipando algunas de sus intenciones programáticas de política económica, se han constituido en el principal centro de atención de los analistas. Lo destacable, tanto o más que los mensajes transmitidos, es esa novedosa disposición a hacerlos públicos. Algo que no deja de sorprender si tenemos en cuenta que no han sido escasas, ni menos propicias, las ocasiones en que podían haberse hecho explícitas esas líneas de actuación. Nunca es tarde si la dicha es buena. Y bueno es que a quien aspira, con razonables probabilidades de éxito, a gobernar este país se le escuche algo más que genéricas y fáciles descalificaciones de lo que hace o deja de hacer quien gobierna.De lo leído hasta la fecha no puede deducirse que Aznar haya pretendido transmitir un programa de gobierno. Lo desvelado constituye intenciones, en gran medida atemporales, centradas fundamentalmente en el ámbito de la política fiscal. Es comprensible, porque es en el deterioro experimentado por las finanzas públicas donde la economía española encuentra hoy mayores dificultades para liberarse de esa prima por riesgo con que los mercados financieros están penalizando los títulos de deuda pública. En segundo lugar, porque es el ámbito de la política económica donde menos explícitas son las restricciones sobre la capacidad de actuación de los gobiernos. Por último, pero no menos importante, porque los mensajes transmitidos son de fácil y favorable recepción por distintos grupos de potenciales electores, tanto más cuanto que esas propuestas están casi monográficamente centradas en la reducción de la presión fiscal sin que simultáneamente se amenacen los intereses de quienes dependen del presupuesto, más allá de esas 5.070 personas que ocupan altos cargos.

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Una vez enunciados, hay que confiar ahora en que algunos de esos propósitos se inscriban en un programa: se localicen en el recorrido temporal de la legislatura durante la que se aspira a gobernar, se evalúen sus resultados esperados demostrando así que son posibles y, en todo caso, convenientes frente a otras alternativas, incluida la continuidad de la actual política fiscal convenida entre el PSOE y CiU que, a diferencia de las propuestas de Aznar, prevé la reducción del déficit público al 3% del PIB dos años antes. Razonable es también que se vayan desvelando propuestas de actuación en otros campos -política industrial, relación con los agentes económicos, reformas estructurales, etcétera- donde es necesaria la acción de gobierno.

Con todo, es la necesidad de convertir en verosímiles algunas de las buenas intenciones presupuestarias lo que es hoy más urgente. Aunque los mercados financieros no hayan reaccionado todavía a esas declaraciones, el paso dado por Aznar debería inscribirse en la necesaria dirección de reducción de incertidumbre. Mejor hubiera sido que esos exigentes operadores nacionales e internacionales hubieran reducido la elevada prima por riesgo que siguen exhibiendo los títulos de deuda españoles. ¿Cómo es posible que siendo tan explícitos e insistentes los mensajes transmitidos por Aznar de rigor presupuestario, mejora de las condiciones de financiación del Tesoro y saneamiento de la deuda pública, las obligaciones a 10 años sigan manteniendo un diferencial de casi 5,5 puntos porcentuales frente a sus homólogos alemanes? ¿Qué más necesitan los mercados para cotizar favorablemente esos mensajes de quien con elevadas probabilidades puede ser presidente del Gobierno en un plazo relativamente próximo? La respuesta es simple: credibilidad. Y hoy, credibilidad es, en gran medida, capacidad para convencer de que se sabe, y se quiere, diferenciar entre lo deseable y lo posible.

Emilio Ontiveros es catedrático de Economía de la Empresa de la Universidad Autónoma de Madrid.

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