Combustible vegetal
37 cuadrillas de prevención de incendios, en alerta ante la sequía
FEDERICO SIMÓNTodo arde: las acículas de los pinos que tapizan el suelo son combustible; las piñas resecas son combustible; las ramas caídas de los árboles y los helechos muertos... también son combustible. Toneladas y toneladas de materia ocre, amarilla o marrón tienen un único nombre, "combustible", para Chus, el encargado de una cuadrilla de prevención de incendios que trabaja en en el oeste de la región. Para este veterano de los bosques, de 44 años, tampoco los desperdicios de los humanos, como plásticos y papeles, son simplemente basura, sino elementos ustibles (que arden con facilidad). Hasta las aparentemente inofensivas boñigas de vaca son inflamables... y traicioneras. "Pueden estar ardiendo por dentro durante días y, en cuanto te descuidas, te repróducen un incendio que parecía controlado", argumentaba el jueves mientras eliminaba la gasolina vegetal del agostado monte de utilidad pública (municipal) número 32, en el término de Cercedilla (4.572 habitantes).
A causa de la sequía y las escasas nevadas invernales, los montes están secos,. como si ya corriera el mes de mayo. Siete hombres y dos mujeres trazaban el jueves por la mañana un cortafuegos (un pasillo desnudo y, por tanto, ininflamable), junto al sanatorio de la Fuenfría, en el valle del mismo nombre. Los nueve forman una de las 37, cuadrillas de prevención de incendios -333 personas en total- de la Agencia del Medio Ambiente (AMA) de la Comunidad, y peinan la región para que las llamas resulten menos devastadoras. Su misión, de ocho de la mañana a tres de la tarde, parece sencilla: limpiar el monte. Su método, obvio: quemarlo de manera controlada, antes de que prenda espontáneamente...,o intencionadamente.
Forestales por herencia
A su mando figura Santiago Martín, uno de los 100 agentes forestales de la AMA. De su veteranía había su árbol genealógico. Santiago nació hace 47 años en la misma casa forestal (Las Dehesas, en el valle de la Fuenfría) en, que llegó al mundo su padre, Santiago, también guarda forestal. Su abuelo, cómo no, Santiago, también era protector de los árboles. Y su hijo de 14 años, si se cumple su vocación,. será el cuarto. Santiago de una familia dedicada de lleno a los montes de Cercedilla.
"El monte es ahora una bomba", explica Martín, jefe de la comarca del parque natural del Circo, Cumbre y Laguna de Peñalara, el techo de la Comunidad. Más de 30.000 hectáreas de montes de Cercedilla, Rascafría, Alameda del Valle y Pinilla del Valle son de su competencia, pero sólo dispone de cuatro cuadrillas (36 personas) para inmunizarlos a las llamas. "El trabajo que hacemos es insuficiente" se lamenta; "para mantener en estado aceptable un monte de 2.600 hectáreas, como éste [en Cercedílla], harían falta como mínimo 40 peysonas". Y sus 36 hombres y mujeres están destinados a una superficie 11 veces mayor. Santiago argumenta:' "Las, labores tienen que ser constantes porque ni los pinos ni las retamas entienden de presupuestos.. ni de política". Ante este déficit de personal, se tienen que ceñir a los puntos que sufren una mayor presión humana.
Las laderas están agostadas y listas para arder. "Sólo faltan los domingueros, y con el sol que hace tardarán poco en subir", augura Chus, que gana 150.000 pesetas al mes, mientras recoge y aplasta unas latas oxidadas que han reposado, quizá durante años, entre las retamas. "Si a un monte pasan 10 coches, no hay ningún incendio; si entran 100, hay un incendio, y si suben 1.000, habrá IT, calcula.
Rodeados de pinos majestuosos, algunos de ellos con más de 130 años de vida, la cuadrilla trabaja arrancando, desbrozando y rastrillando el suelo para dejarlo desnudo. También acondicionan las vías de acceso y las tomas para el abastecimiento de agua. Ángel Luis López, de 32 años, también de Cercedilla, lleva desde los 20 trabajando en verano en retenes de vigilancia o en cuadrillas de extinción de incendios, pero desde mucho antes ya pateaba entre estos árboles. "Me han salido los dientes en el monte", asegura orgulloso. Este peón tiene contrato hasta el mes de junio (como todos), pero le gustaría seguir en este trabajo. Mientras toma aliento sentado al sol, asegura que el cuidado de los montes constituye una. buena manera de fijar la población joven de los pueblos de la sierra.
Emilio López, de 25 años, también de Cercedilla, es uno de, los tres oficiales agropecuarios de la cuadrilla. Aislado del ruido por un casco con auriculares de protección, maneja con soltura una sierra mecánica con la que desbroza la maleza. Trabaja embutido en un mono de nailon que, en teoría, le protege de los cortes. Pero él no tiene intención de comprobarlo, sólo se fía de su concentración. "Son devastadoras; pueden moler, destrozar y quemar un tronco como si fuera de mantequilla", dictamina después de pelearse con un tocón de pino. El riesgo le supone ganar al mes 135.000. En 120.000 pesetas se quedan los, peones, como María Gloria Díaz, de 28 años, que va a buscar agua para aliviar el calor. María Gloria, madre de dos hijos, llega a diario desde Guadarrama (7.477 habitantes).
Todos trabajan duramente, pero están resignados a ver cómo cada año arden nuevas hectáreas. "Los fuegos son inevitables", comenta Chus, y aporta un ejemplo: "El sol tiene que pasar a través de un cristal, tiene que hacer efecto lupa, que el foco caiga encima de combustible, que éste se halle suficientemente seco... Su probabilidad es de uno entre un millón, pero es que hay un millón de cristales en elmonte". Emilio se muestra mucho más categórico: "La gente es como el caballo de Atila: por donde pisa no crece la hierba".
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